Los diálogos de paz apenas comienzan. El encuentro realizado en Oslo, Los diálogos de paz apenas comienzan. El encuentro realizado en Oslo, la solidaria capital noruega, apenas sirvió para romper el hielo. La tensión que rodeó la primera cita no logró disiparse durante la instalación de la cumbre. Las partes conservaron sus distancias no sólo físicas. También políticas. No se saludaron de mano, no se miraron, no hubo una amistosa interlocución entre los voceros. Cada parte marcó su terreno. Humberto De la Calle, el jefe negociador, reiteró las reglas de juego, definidas durante los secretos acercamientos. Su discurso sereno, puntual, se centró en la participación política y en las garantías para poder ejercerla. Esta es la clave de la negociación. ‘Iván Márquez’, desde la orilla de las Farc, también marcó su terreno. Su discurso abordó otros temas de la dura realidad colombiana, pero no previstos para comenzar las conversaciones. El tono radical era previsible. Aunque suene agresivo quería mostrar que la guerrilla no llega sometida ni rendida. Pero además, fue coherente con el acuerdo y abordó como fundamental el tema agrario, priorizado en la agenda básica y el primero que se abordará en Cuba. Y este será el talón de Aquiles por su misma complejidad. Pero fue una sola voz. A su lado, estaban los otros miembros del equipo. Sus rostros curtidos por la guerra, reflejaban el cansancio. Jesús Santrich, afectado por una ceguera desconocida, convocaba a la serenidad a las partes. El propio ‘Calarcá’, con otra visión más realista, destacaba la importancia de la cita: “Que dos partes que se han estado dando tiros puedan hablar ya es un gran avance”. Y tiene razón. Más allá del tono, de las evidentes diferencias, de las concepciones abiertamente disímiles, existe la predisposición para poner fin al conflicto armado. No para negociar la paz, como lo reafirmó De la Calle. Esta será la tercera fase. Pero además, el preámbulo marcó otros ingredientes esenciales para seguir avanzando. Fue un ejercicio de retórica, sin consecuencias sustanciales en la negociación. El acompañamiento internacional y la calidad de los garantes que le darán confianza. Más allá, de las naturales discrepancias, los puntos acordados siguen incólumes. Y de eso se trata. De logar puntos comunes para lograr un entendimiento. Ningún proceso de paz realizado en el mundo ha sido fácil. Tampoco rápido. El que ahora se intenta no será diferente. Por eso hay razones para mantener el optimismo. Pensar lo contrario, es alimentar el guerrerismo y creer que no somos capaces de resolver por las vías civilizadas un conflicto que nos desangra. La paz, como mandato constitucional, es un deber y un derecho de obligatorio cumplimiento, al que tenemos que apostarle. En este caso, hay que creer para poder ver. Sólo así, sabremos que tenemos ahora una oportunidad histórica para poner fin a medio siglo de guerra fratricida. DESTACADO “Por eso hay razones para mantener el optimismo. Pensar lo contrario, es alimentar el guerrerismo y creer que no somos capaces de resolver por las vías civilizadas un conflicto que nos desangra”. EDITORIALITO Independiente de la justeza o no de sus reclamaciones, los trabajadores del poder judicial, no pueden limitar el acceso a la justicia, como viene ocurriendo. La administración de justicia, como un servicio público, debe ser protegida y los operadores judiciales deben ser los primeros en dar ejemplo. No en obstaculizarla.