El año que acaba de terminar estuvo lleno de buenos momentos, inmensas satisfacciones, de grandes retos que tuvimos que sortear y de noticias que encaminaron el rumbo de lo que realmente vivió nuestra región y el país en general. No voy hacer una relación de los hechos más relevantes sucedidos, ni tampoco hacer un balance de lo bueno y malo que nos dejó el 2024. SI Quiero hacer un alto en el camino y hacerle un reconocimiento a esos seres que siempre han estado a mi lado y han marcado el derrotero de mi vida.
Tradicionalmente, los fines de año los paso en compañía de mi madre Clemita, quien pese a sus quebrantos de salud hoy nos acompaña; de mis hijos Paola Andrea, María Margarita y Carlos Felipe; de mis yernos; mis 6 nietos y de mis 6 hermanos; entre otros seres queridos. Al hacer mi balance anual como ser humano, me da mucha alegría recordar que le dedicamos tiempo a escuchar a todas aquellas personas que lo necesitaban y que contribuimos a aliviar parte de sus angustias, que visitamos en su enfermedad a personas cercanas y que brindamos una palabra de apoyo a quienes estaban afligidos en un momento dado. Claro que nos queda el sinsabor de no haberle podido ayudar a todos los que nos abordaron, pero me queda la satisfacción que a todos, sin excepción, les respondí y traté de solucionar sus problemas.
Sin embargo, en esta oportunidad quiero destacar el valor de mi madre Clemita, un ejemplo de liderazgo y de formadora en principios y valores. Mis hijos, quienes además de las enseñanzas que les he podido dejar durante todos estos años, también he aprendido mucho de ellos, convirtiéndose en mi polo a tierra. Mis nietos que son un regalo de Dios y renuevan mi energía. Y gracias a la unión de todos mis hermanos, hemos podido mantener el legado de tenacidad, trabajo, honestidad y unión familiar que siempre nos inculcó mi madre.
Pero no todo ha sido color de rosa. Así como el país ha pasado por grandes crisis, la familia Andrade Serrano no ha sido ajeno a estas, pero al practicar los principios y valores inculcados desde nuestra temprana edad, hemos podido superarnos y salir adelante, manteniendo la unión familiar, el trabajo profesional y la dignidad en alto.
Destaco la importancia de lo expresado por el Papa Francisco, que nos invita a no mirar al futuro “con pesimismo y resignación”, sino a elegir el camino del Amor y contemplar el mundo con “la mirada dulce de la esperanza”. Es el mensaje que hoy quiero darle a los colombianos, una sociedad más humana que mire el futuro con confianza y esperanza. Feliz año 2025.