El departamento del Quindío presenta una aparente ola de suicidios que preocupa. Este año van 12 casos, cuatro de ellos solo en mayo y su tasa de autolesionados es la tercera más alta del país.
Una adolescente que se colgó con las cortinas de su casa; un auxiliar de Policía que saltó desde el cuarto piso de la clínica donde estaba recluido; una quinceañera que se ahorcó desde el árbol de su barrio; el campesino que ingirió veneno en el cumpleaños de su hija y la joven madre que agobiada por los deudas ‘gota a gota’ decidió quitarse la vida, pero antes envenenó a su tres chiquillos de 2, 3 y 5 años de edad.
Esas dolorosas tragedias encierran un enigma: sucedieron en una misma región y allí son tan frecuentes que en 15 meses suman 43 casos. Eso no es todo, solo este año ya se presentaron una docena de esas autolesiones y ocho de ellos ocurrieron en Armenia, Quindío.
No es la primera vez que ese departamento aparece en el radar de las autoridades por cuenta de los suicidios. En el pasado los cuyabros padecieron una singular ola tras el terremoto del Eje Cafetero en 1999. Y en 2013 el fantasma de ese problema mental volvió a revivir con un informe publicado por Medicina Legal, en el que detalla el comportamiento del suicidio en Colombia. El reporte traía un dato que ya sospechaban en esa región: al comparar su tasa de 5,9 por cada 100.000 habitantes con la de otros departamentos, el Quindío presenta el crecimiento más acelerado y ya ocupa el tercer lugar, solo superado por Amazonas y Meta.
Más allá de las cifras y estadísticas, lo cierto es que detrás de cada caso hay un verdadero drama. Por ejemplo, nadie entiende cómo la joven madre Érika Salazar, de 27 años, fue capaz de asesinar a sus tres hijos y luego ingerir el mismo veneno. Todo indica que la falta de empleo sumado a que era madre soltera y las deudas con prestamistas ‘gota a gota’ terminaron por sumirla en una aguda depresión, hace un año cuando ocurrió la tragedia.
Los cuyabros tampoco se explican qué pasó en la mente de la joven Laura Gaviria, de 17 años de edad, quien el pasado fin de semana decidió ahorcarse con las cortinas de su casa. Y mucho menos lo que sucedía con el auxiliar de cocina Juan Darío Miranda, de 30 años; el 18 de mayo pasado lo encontraron colgando de un árbol de una zona boscosa de Armenia.
Tal vez nadie sepa con certeza qué llevó a esas personas a quitarse la vida, pero sí se puede asegurar que la mayoría de los suicidios del Quindío encajan en que desde hace varios años este departamento ocupa el segundo puesto a nivel nacional en estadísticas preocupantes como el desempleo y el consumo de sustancias ilegales.
Esa situación sumada a la depresión y los conflictos de parejas están en el fondo de los problemas mentales de la región. “Tenemos niños que se crían en hogares sin padres; matrimonios desechos y una población itinerante atraída por los cultivos de café, pero atrapados en un angustiosa realidad”, explicó el psiquiatra y profesor universitario Roberto Estefan Chahed.
No obstante, para Olga Meneses, directora seccional de Fiscalías en el Quindío, el problema se torna complejo porque pareciera no obedecer a ningún patrón o tipología, “por ejemplo, solo este mes hubo varios suicidios donde las víctimas eran adolescentes, pero también adultos”.
El tema es tan alarmante que las autoridades locales se han reunido varias veces para buscar soluciones. “Queremos establecer una estrategia de salud mental que responda a un problema de fondo y no una coyuntura”, dijo César Rincón, secretario de Salud Departamental.
El primer paso consistirá en una charla para enseñar a los periodistas cómo informar sobre casos de autolesiones, para evitar el pánico colectivo y alentar a potenciales suicidas. Lo importante a futuro es que el problema no quede reducido a los titulares de prensa y no se tomen medidas de fondo para evitar que los quindianos sigan quitándose la vida.