El título de esta columna es el de uno de los proyectos más trascedentes e imaginativos de Proyección Social de la Universidad Surcolombiana. Está coordinado por la profesora Miryam Cristina Fernández Cediel del Programa de Psicología, y en su ejecución participan profesores y estudiantes del mismo, además de otros docentes y alumnos de los programas de Artes, Lengua Castellana y Humanidades, y Educación Infantil.
El punto de partida es la identificación del problema sobre el que se quiere intervenir consistente en el hecho según el cual el conflicto prolongado en el país y las dinámicas económicas, sociales, culturales y políticas han puesto a los niños en estado de vulnerabilidad a pesar de los privilegios normativos de que gozan. Esto se refleja, según la UNICEF, en deficientes condiciones de salud, el desplazamiento de familias enteras, el reclutamiento forzado por parte de grupos armados al margen del Estado y en la pobreza, además de que los niños son en muchos casos víctimas de violencia doméstica y abuso sexual.
Neiva, al igual que muchas otras ciudades, se ha convertido, se nos dice en la justificación del proyecto, en un lugar hostil donde se dificulta el disfrute de lo público. Esta situación hace cada vez más difícil para los niños la posibilidad de ir solos al colegio o a la tienda, jugar en la calle, montar en bicicleta, y divertirse en los parques y plazas públicas. Así, los niños pierden cada vez más su libertad y quedan reducidos al espacio de lo privado. La ciudad crece entonces a favor de los adultos (y ni siquiera de todos ellos), no de los niños y los peatones. Se han impuesto el miedo y la desconfianza, y, por tal, se dice que la calle es peligrosa para los niños. Pero según Francesco Tonucci, inspirador del proyecto, “La calle es peligrosa porque no hay niños.”
Se plantea luego el objetivo general del proyecto consistente en generar espacios de participación ciudadana para los niños y niñas de Neiva a partir de la creación de los concejos de niños. Desde estas instancias, y en intercambios con el Concejo Municipal, podrían incidir en la planeación de la ciudad para hacer que ellos y los jóvenes y adultos podamos disfrutar de nuevo de lo público. Así los niños podrían gozar del ejercicio de su libertad jugando solos en los andenes, las plazas públicas y los parques, juegos en que se sienten libres porque son ellos mismos los que establecen sus propias reglas o crean de manera imaginativa otras formas de diversión.
El proyecto empezó a ejecutarse a partir del mes de julio del año en curso, y hay 20 estudiantes y profesores trabajando en su desarrollo en instituciones educativas públicas y privadas de todas las comunas de Neiva, esto porque los concejos de niños se constituyen a partir de la escuela.
En un párrafo precedente mencionamos como inspirador del proyecto a Francesco Tonucci. Hablemos un poco de él. Se trata, según su colega y maestro Loris Malaguzzi, de “Un aguafiestas, un Robin Hood que agita las conciencias tranquilas y apoltronadas, un militante de la provocación infalible.” Es un pensador, psicopedagogo y dibujante italiano conocido en todo el mundo, autor, entre otros libros, de uno muy bello intitulado La ciudad de los niños, que se publicó en Italia en 1991.
Allí plantea la posibilidad de planear y construir la ciudad teniendo en cuenta cómo la quieren e imaginan los niños, a fin de que la urbe se levante para el disfrute de ellos en especial, y no para la invasión de los vehículos que restringen además la movilidad de los ciudadanos de a pie. Y Tonucci logró hacer realidad su proyecto en su pueblo natal de Fano, proyecto que comenzó a multiplicarse hasta conformar en los últimos años una red de más de doscientas comunas de Italia, España y Latinoamérica.
¿Cómo pudo hacerlo? A través de la invención de nuevas teorías pedagógicas que iluminan la docencia escolar. Para él los niños no llegan a la escuela con la mente en blanco. Ellos llevan su propio saber que comparten con los otros niños. El maestro aquí “…no es el saber sino el mediador del saber.”
Y ¿cómo concibe Tonucci la escuela? Para él la escuela debe ser creativa, cooperativa, democrática, no competitiva, que oriente a los niños al placer y a la emoción de descubrir nuevas salidas, nuevas soluciones. Ha de ser una escuela científica, no dogmática, que fomente la actitud investigativa y el desarrollo de la imaginación. Es una escuela en donde los niños deben formarse como rebeldes desde los tres años de edad, para que desde el comienzo de sus vidas se propongan transformar el mundo.