Durante toda la historia de la humanidad, el hombre se ha preocupado por inventar formulas para adquirir dinero fácil y sin hacer mayor esfuerzo. El dinero se inventó para facilitar el trueque de mercancías pero antes de la edad media, los judíos crearon el interés sobre el capital, y esta ha sido la forma más antigua de enriquecerse sin trabajar. El préstamo a interés y la usura, se constituyó en el sistema financiero internacional que enriquece a unos pocos a costa de la pobreza de muchos. En la Edad Media, se inventó una formula magistral para convertir el plomo en oro. A esto se le llamó alquimia. Sin embargo, solo se trató del truco de unos vivos para estafar a unos bobos; búsqueda de guacas, apuestas de juegos y muchas otras formas ha probado el hombre para hacerse rico sin trabajar. Latino-América no ha sido ajena a estas ambiciones y durante la década de los setenta, nuestros países andinos descubrieron en la marihuana y la coca una formula matemática para conseguir dinero fácil. El resto de la historia todos la conocemos. Pero durante la década del dos mil, se descubrió una nueva forma de amasar dinero fácil y rápido. Basta saber leer y escribir, tomar una Biblia, leerla, tratar de interpretar algunos de sus libros, pasajes y versículos, y luego improvisar como predicador. Si dispone de un garaje, así sea destartalado, mucho mejor. Pero si no se tiene, los primeros seguidores pagaran el arrendamiento y compraran las sillas para los nuevos creyentes que continúen llegando. El negocio consiste en crear una secta para vivir de ella. El negocio de las sectas se ha convertido en el más lucrativo de los últimos años. No importa que el predicador no haya estudiado teología o filosofía. A os creyentes poco les importa esas formalidades. Basta que haga retumbar su voz, deletree la Biblia y ore fervorosamente, ojalá fingiendo llorar. La dramaturgia es indispensable en esta noble profesión. Existen algunos que empezaron en parques y avenidas, y luego alquilaron garajes. Si desea que la secta prospere rápidamente, es preciso invertir en publicidad. Necesariamente en emisoras radiales y hablar de milagros. A la gente le encanta los predicadores que hacen milagros, sanaciones, curaciones y eso sí, que saquen demonios a diestra y siniestra. Rápidamente se llenará el garaje. Los primeros en llegar serán los católicos supersticiosos y desobedientes. Debido a la falta de orientación de los sacerdotes, muchos feligreses católicos están llenando los garajes de estas sectas y los bolsillos de los nuevos predicadores. Y cada día nace una nueva secta.