Cuando aún no superábamos el asombro por la actitud de algunos malos colombianos en la final de la Copa América, nos sorprendió la noticia de la detención del Presidente de la Federación Colombiana de Fútbol en el mismo evento.
Jesurún creyó que estaba en Colombia donde las autoridades le garantizan impunidad, por eso, le pareció fácil agredir a unos guardas de seguridad. El problema es que en Estados Unidos ese tipo de ataques se castigan severamente sin importar el poder que tenga el agresor.
Tal vez se imaginó que iba a pasar indemne, como ha sucedido hasta ahora por la cartelización en la venta de la boletería para las eliminatorias del mundial de Rusia, que provocó la sanción por parte de la Superintendencia de Industria y Comercio, para él y dos directivos actuales de la Federación, sin que los haya afectado en lo más mínimo en el ejercicio de sus cargos.
Por los mismos hechos, se encuentran investigados en la Fiscalía por presuntamente recibir una coima, proceso que extrañamente permanece durmiendo el sueño de los justos, para bien de los involucrados.
Esos procederes deberían ser suficientes para que fuera obligado a dejar su cargo, sin embargo, con el argumento de que la Federación es una entidad privada y que cualquier intervención haría que la FIFA retirara al país de las competencias que organiza, ha continuado en su condición sub judice y manoseando el fútbol colombiano.
Tanto la Conmebol como la propia FIFA son cómplices de los hechos; como olvidar el denominado “FIFAGATE”, destapado precisamente por Estados Unidos. Quizás los directivos del fútbol colombiano tienen algún secreto guardado y entonces aplican el conocido: “hagámonos pasito”.
Los demás dirigentes del fútbol colombiano, incluida la rama aficionada, han sido compinches en los inadecuados comportamientos. Están suficientemente cómodos con los manejos que han hecho los individuos sancionados e investigados y los beneficios que reciben de ellos.
Tal vez la única posibilidad de un cambio en la Federación sería que los patrocinadores retiraran su apoyo hasta que los cuestionados directivos renuncien, pero eso es poco probable porque para ellos la moral y los principios son secundarios frente al interés económico y mientras el fútbol les genere cuantiosas ganancias, seguirán respaldando a quienes lo dirigen.
Para vergüenza nuestra, el Presidente de la Federación de Fútbol terminó preso en Miami. Para algunos eso es de verdad grave, que haya sido sancionado y se encuentre investigado por lucrarse de la reventa de unas boletas es parte del paisaje, por lo que continuará comportándose como intocable, a no ser que en Estados Unidos lo pongan tras las rejas.