La crisis existencial del Icetex y la incertidumbre de miles de estudiantes que no saben si cuentan o no con recursos económicos para financiar sus estudios superiores en cualquier universidad -pública o privada-, es la última contradicción que se evidencia en un Gobierno que prometía ser el del cambio.
En efecto, el mandato de Gustavo Petro puede analizarse como uno fundado en buenas intenciones, pero lleno de inconsistencias, las cuales se reflejan en actos que contradicen sus promesas de campaña y la posición ideológica asumida en gobiernos anteriores. Pero que ahora cuando está en el poder los ha cambiado sustancialmente.
Petro llegó a la presidencia con una narrativa de cambio profundo, incluyendo reformas en justicia social, ambiental y económica. Su discurso enfatiza una ruptura con el denominado “establishment”.
Sin embargo, su alianza con políticos muy controvertidos y pertenecientes a la más rancia clase política, como lo son Armando Benedetti y Roy Barreras, es el fiel reflejo de una doble moral.
En otro de sus frentes como el de la paz total, la propuesta de Petro de un tribunal de cierre que incluya a políticos, militares y narcotraficantes, va en contravía con su propuesta de campaña de cumplir con el acuerdo firmado con las Farc donde se creó la JEP.
Otro aspecto por resaltar es su estilo confrontacional con sectores opositores, medios de comunicación y la empresa privada, lo que puede interpretarse como contradictorio frente a su vacía retórica de la reconciliación.
Finalmente, la baja ejecución del presupuesto asignado a varios ministerios pone de manifiesto que ha sido más fuerte el discurso populista, que la eficacia centrada en resultados, lo cual choca con el despilfarro y su exigencia de más impuestos con su proyecto de reforma tributaria.
En definitiva, el gobierno de Petro parece estar atrapado en sus ideales de transformación frente a la realidad del país, lo que ha llevado a una desconexión entre su discurso y su gestión. Si no logra alinear su retórica con acciones concretas y coherentes, corre el riesgo de convertirse en un período presidencial igual -o peor- a los demás.