Está bien la campaña de tránsito para estimular el uso de los puente peatonales construidos en Neiva, sin ningún estudio técnico. Pero no basta la invitación. Es necesario mantener la campaña con iluminación, señalización, seguridad y otras garantías para que sean realmente funcionales. Nada más doloroso y trágico para este país en guerra ininterrumpida desde hace seis décadas, que las frías cifras del horroroso crimen del reclutamiento de niños para la guerra. El informe elaborado para el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), entregado ayer al país y al mundo, debería llenarnos de la más impresionante vergüenza y obligarnos a reflexionar a fondo de cuán responsables somos como sociedad en general de que nuestros más pequeños seres hayan sido la carne de cañón preferida por los maquiavélicos actores del conflicto. Que los niños colombianos, especialmente campesinos e indígenas, constituyan el grueso de las filas subversivas, paramilitares, bandas criminales y todo tipo de organizaciones delincuenciales, es el más alto precio que la comunidad nacional ha pagado soportando la ignominia de su interminable conflicto interno. El estudio dirigido por la politóloga Natalia Springer, titulado “Como corderos entre lobos”, es una iniciativa académica de gran valor, como lo fue La Violencia, de Fals, Borda y Guzmán en los años 60, que debe tener la más amplia discusión pública y servir para visibilizar aún más el grave fenómeno del reclutamiento ilícito. Sobra decir que el reclutamiento de niños y adolescentes, que debe ser siempre entendido como forzado, es una flagrante violación a los Derechos Humanos y del mismo Derecho Internacional Humanitario; pero pese a toda la gravedad que ello entraña, poco o nada se ha castigado a sus responsables. Los niños, desde los primeros hervores de La Violencia a finales de los años 40, han sido protagonistas – y víctimas de lado y lado – de esta espiral de crimen que aún no termina. Y sin embargo el país sigue sin entender que tal fenómeno hace cada vez más difícil darle fin al conflicto, puesto que un niño reclutado a la fuerza o seducido por el poder de las armas, o involucrado por el odio a los victimarios de sus parientes, será un adulto impulsor de la misma práctica y llevará en su mente la violencia como medio adecuado para explotar todo su lógico resentimiento social. Como lo señaló el director del ICBF, Diego Molano, al presentar el estudio, este reclutamiento ilícito de niños, niñas y adolescentes no puede seguir siendo un factor que destruya la familia colombiana. El Estado, Fuerza Pública, Sistema Judicial, academia y sociedad en general, debemos proteger el interés superior de los niños y garantizar sus derechos para que puedan crecer con bienestar. Algunos pocos detalles del fenómeno deberían erizarnos de horror y estupefacción: todos los pequeños reclutados son de las capas más pobres, hoy se recluta en las ciudades 17 veces más que hace cuatro años, la inclusión al grupo armado ocurre en promedio a los 12 años de edad, cuando deberían estar asistiendo a clases de matemáticas y no de armas, un niño indígena tiene la impresionante cifra de 674 veces más probabilidades de caer en manos de los malévolos reclutadores que cualquier otro niño colombiano. Y las niñas son el objeto sexual de los jefes. Indignante. DESTACADO “Algunos pocos detalles del fenómeno deberían erizarnos de horror y estupefacción: todos los pequeños reclutados son de las capas más pobres, hoy se recluta en las ciudades 17 veces más que hace cuatro años…” EDITORIALITO Está bien la campaña de tránsito para estimular el uso de los puente peatonales construidos en Neiva, sin ningún estudio técnico. Pero no basta la invitación. Es necesario mantener la campaña con iluminación, señalización, seguridad y otras garantías para que sean realmente funcionales.