Corrupción poder y justicia. Por Marcos Silva Martínez

En los ocho años del anterior gobierno nacional, lo único que creció exuberante fue; la corrupción, el engaño,  la intolerancia y perversidad del poder, el delito, el desconocimiento de la ley.

¿Dudarlo o negarlo? Los medios no cesan de revelar nuevos hechos delictivos y detalles de la gravedad y perversidad de  los mismos, en los que de alguna manera resulta algún funcionario o allegado de ese gobierno, involucrado, relacionado,  de facilitador o cómplice y/o beneficiario.

Ese contagio, de alguna forma, permeó toda la administración pública y por  eso Neiva y el Departamento, no son excepción. Hay exfuncionarios y usufructuarios que deberían estar a buen recaudo de la justicia. La impunidad y la corrupción lo impiden.

Por los resultados de las investigaciones, hasta el presente, se sabe que desde la primera reelección presidencial, el delito y la corrupción estuvieron presentes.

La contrarreforma agraria, hecha a base de crímenes, desplazamiento forzado, complicidad oficial y social, corresponde a la agenda y esencia  del proyecto de Refundación del Estado. ¿Desconocerlo o negarlo?

La implementación y consolidación del proyecto de Estado Criminal, suscrito por diversos parapolíticos y narcoparapolíticos, en Ralito,  necesitaba de unos órganos de poder al servicio, de sus metas y propósitos. Ahí está la esencia del enfrentamiento del ejecutivo de ese período, con las altas corte y el decidido propósito de ubicar fichas incondicionales, en posiciones estratégicas. El propósito lo mantiene.

El actual presidente, desde su posesión viene tratando de superar los efectos macabros de decisiones y acciones de la anterior administración. El objetivo debe ser,  recuperar los valores perdidos y revertir la descomposición dramática de las costumbres, erradicar la corrupción y la criminalidad. El presidente expresó: por donde se toque sale pus. Es el nivel de gravedad.

El desafío es cósmico. El caos y la impunidad, son dramáticos. La sociedad se habituó a la perversidad del poder, político y económico. Muchos se habituaron a cosechar dividendos del desorden, la injusticia, la complicidad e impunidad judicial, gubernamental y social.

Algunos Jueces y funcionarios judiciales, tratan de concretar y consolidar investigaciones y sancionar delincuentes. Son mucho más los que quedan en impunidad que los condenados. La  mayoría, con irrisorias condenas. Consecuencia  de los precarios  alcances de la normatividad legal y procedimental, que no corresponden a lo que el estado de descomposición y criminalidad requieren, para que haya pronta y cumplida justicia.

La perversidad y la corrupción asechan las investigaciones y procesos. Hay delincuentes de toda índole y calaña. En muchos casos jueces y rábulas los protegen.

El nefasto clima de descomposición y amenaza institucional, es corregible, pero no hay voluntad política. No es fácil lograrla, mientras el elector permanezca bajo el embrujo del populismo y la inconsciente tiranía de la ignorancia.

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