“Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable.”
Marco Tulio Cicerón
En Colombia parece que todo está permeado por la corrupción política. Las instituciones, los individuos, y la sociedad como tal, tienen una buena cuota de corrupción política. La clase gobernante no tiene ningún remedio en delinquir con los recursos públicos, utilizándolos para enriquecer su fortuna personal. Asimismo, los recursos humanos son usados de forma arbitraria y a su favor.
La corrupción es un fin y también es un medio. El uso ilegítimo de información privilegiada, patrocinio, sobornos, tráfico de influencias, evasión fiscal, extorsiones, fraudes, malversación, prevaricación, caciquismo, compadrazgo, cooptación, nepotismo, impunidad y despotismo, son las formas más comunes de como la corrupción política funciona. Además, esto genera desigualdad, pobreza e inclusive miseria, independiente de que una institución, sociedad o nación sea rica. También la corrupción política facilita y promueve el narcotráfico, el lavado de dinero, la prostitución ilegal y la trata de blanca.
Cuando la corrupción política se transforma en corrupción cultural, las sociedades no solo se estancan, sino que empieza el proceso de involución. El caso venezolano es el ejemplo de cuando la política más corrupta termina por convertir a la sociedad en una estructura absoluta de corrupción. Y, Colombia, no está muy lejana de esa realidad. Pero, no es un asunto de hoy, es un problema histórico.
A veces pareciera difícil de descifrar el por qué somos una sociedad culturalmente corrupta, pero la respuesta es muy simple, y es que hay un peso muy grande a favor de la corrupción y del corrupto. Es como si un sistema se alimentara de energía y entre a más energía tenga acceso, más se fortalecerá y extenderá. Así mismo, la corrupción se alimenta de una fuente de corrupción y de corrompidos, que se nutre de todos los incentivos negativos que dejan los ilícitos que la corrupción política genera.
Que Roy Barreras lleve un portafolio Montblanc lleno de dinero en efectivo es una prueba de que en Colombia existe algo peor que corrupción política, y es la “sociedad corrupta”. Igual, barreras en un programa de televisión, dejaba ver sus bolsillos llenos de efectivo.
El olvidado video de Gustavo Petro recibiendo fajos de billetes es el mismo asunto. Una sociedad corrupta, que se puede percibir en todo el territorio nacional, desde Bogotá y las demás ciudades capitales, hasta la más remota provincia. De igual modo, Gustavo Bolívar con sus estafas y subrepticios patrocinios a la “primera línea” no son más que muestras de la corrupción política en el día a día y al rojo vivo.
La corrupción en su máximo esplendor de degradación social se evidencia cuando se convierte en un mecanismo de escala social. La corrupción termina a los pies del narcotráfico, es claro. Aunque, el ilícito conlleva a que haya corrupción, antes de esto, la corrupción que impera, que gobierna y ordena, se hace presente como un ápice de la degradación.
El punto de partida, entonces, es la corrupción política y el punto de llegada es la sociedad corrupta que, asimismo, se nutre de cada acto ilegal, sea individual o societario. Y, a la postre, acabar con la sociedad corrupta, luego que se ha consolidado en eso, no es ninguna tarea fácil. Es a lo mejor una situación irreversible, que solo podría dilucidarse con una verdadera reforma, más que política, sociocultural.