Con toda razón, los gremios económicos y la ciudadanía en general le han expresado directamente a la Electrificadora del Huila sus preocupaciones por los continuos cortes del servicio de energía eléctrica, aspecto que incide no solo en las actividades cotidianas de los huilenses sino, y sobre todo, en los indicadores de competitividad de la región frente al resto del país. No es ningún secreto ni asunto reciente: el Huila padece por los fallos del servicio de energía con cifras de ineficiencia mucho mayores que el promedio nacional, en tanto la empresa año tras año nos presenta halagadores resultados financieros que para nada se compadecen con lo que reciben los usuarios.
Ahora bien, el propio sindicato de la empresa ha afirmado que las fallas se deben, entre otras razones, a la falta de mantenimiento de las redes eléctricas por falencias en la planeación de esas tareas y a la falta de inversión en compra de materiales para solucionarlo. Es lo que dicen los representantes de los trabajadores, justamente quienes deben afrontar a diario cada problemática que se presenta sobre el terreno. Y resulta particularmente insólito que nos digan que trabajadores no cuentan con cable, cortacircuitos, “ni lo más insignificante que es un fusible y ha llegado el caso de que se están quemando los transformadores” y deben usar elementos inadecuados: “por ejemplo cuando el transformador necesita un fusible de 3 amperios toca meterle uno de 10 y frente a cualquier falla primero se revienta el transformador que el fusible”.
Como bien lo señalan los sindicalistas, Electrohuila acierta en acometer obras para equipos modernos y subestaciones nuevas pero está olvidando toda la red y el montaje que tiene como infraestructura, que en su mayoría fue instalada hace más de 50 o 60 años, es decir obsoleta y peligrosa. Y lo afirman los trabajadores: se mira únicamente la producción de utilidades y se está descuidando el servicio al usuario, que es el motor principal y en últimas la misión de la Electrificadora.
Lo hemos planteado en estas páginas en diversas ocasiones: una cosa es la rentabilidad financiera, las jugosas utilidades en los balances y los libros contables y el resultado halagador para los accionistas y otra muy distinta es el verdadero beneficio a que está obligada una empresa de servicios públicos de capital estatal: la social y la del impacto económico que debería recibir la región gracias a un servicio eficaz, eficiente y efectivo. Poco o nada importa al usuario si Electrohuila se vanagloria de miles de millones de pesos en su arcas, resultado anual del ejercicio, si “la luz se va” cada día o varias veces en la jornada. Y esas utilidades, bien vale recalcarlo, son producto de lo que ese sufrido usuario le paga mensualmente a la compañía, con unas tarifas que siguen siendo de las más altas del país, incluso subsidiadas por usuarios de otras regiones, como ocurre en este caso en el que los bogotanos aportan una cifra para compensar a los habitantes del Huila. Rentabilidad social y competitividad es lo que se espera.
“El Huila padece por los fallos del servicio de energía con cifras de ineficiencia mucho mayores que el promedio nacional”.
Editorialito
Bambuqueros, consagrado como el primer campeón nacional de baloncesto, prendió anticipadamente el San Pedro. Un equipo que sube al pedestal de los grandes en el país. Un equipo que revive las glorias de la famosa ‘Aplanadora opita’.