Ayer estaba de cumpleaños lo que me hizo reflexionar en cómo los años van dejando huellas. En una época acostumbraba hojear un libro en el que se registraban los logros por edad de cientos de genios. Siendo joven pensaba que tenía años por delante para lograr algo meritorio como para ser incluido ahí… A esas cosas de la edad le damos vueltas cuando el calendario se empeña en recordarnos que el tiempo va pasando.
Por coincidencia o sincronía con lo que todo comienza a conectarse, recibí de regalo el libro de Juan Gabriel Vásquez, “Los nombres de Feliza”, dedicado a la vida de la escultora Feliza Bursztyn quien murió con 48 años en París, “de tristeza” según Gabo. Vimos la película dedicada a Ian Curtis de la banda musical Joy Division quien se suicidó muy joven. Y recordé que hace un año escribí un artículo de titulé “Veintisiete menos que Manzur”.
Cuando el maestro David Manzur cumplió 90 agradeció que le compartiera las siguientes palabras del gran maestro japonés Hokusai:
(…) a la edad de cinco años tenía la manía de hacer trazos de las cosas. A la edad de 50 había producido un gran número de dibujos, con todo, ninguno tenía un verdadero mérito hasta la edad de 70 años. A los 73 finalmente aprendí algo sobre la calidad verdadera de las cosas, pájaros, animales, insectos, peces, las hierbas o los árboles. Por lo tanto, a la edad de 80 años habré hecho un cierto progreso, a los 90 habré penetrado el significado más profundo de las cosas, a los 100 habré hecho realmente maravillas y a los 110, cada punto, cada línea, poseerá vida propia (…)
Hace unos días Manzur cumplió 95 años. En sus obras demuestra que ha penetrado “el significado más profundo de las cosas”. Hokusai murió “prematuramente”, a los 88 años. A Manzur se le ve que mantiene los bríos para alcanzar a hacer “realmente maravillas” y logrará sorprender al mundo cuando “cada punto, cada línea, poseerá vida propia” en sus dibujos cuando llegue a los 110 años. Manzur me lleva veintisiete años. Dobla la edad a la que llegó Feliza, muerta a los 48 años. Feliza dobla la del cantante y poeta Ian Curtis quien se suicidó a los 23 años.
Hay logros que solo se alcanzan con la edad. La muerte temprana de un artista deja el interrogante acerca de lo qué habría alcanzado si la Parca no se le hubiera cruzado; lo que me lleva a recordar a mi primo Gustavo Fernando Facundo quien interrumpió su existencia el día que cumplía 25 años. Ya había dejado un conjunto de obras y de escritos que su madre, mi tía Irene, trabajó por conservar y hacerlos públicos en un museo en Pitalito.
