Las interminables disputas fronterizas entre Costa Rica y Nicaragua alcanzaron un nuevo clímax con llamados a consultas de embajadores, protestas, epítetos desacostumbrados en la diplomacia y amenazas de revisionismo sobre fronteras bicentenarias. El nuevo incidente entre dos países con cientos de miles de familias mixtas, comenzó cuando en una ceremonia militar el presidente de Nicaragua Daniel Ortega amenazó a Costa Rica con ir a la Corte Internacional de Justicia para pedir la devolución de Guanacaste, la mayor provincia de Costa Rica, que solicitó su anexión a San José hace casi 190 años.
Ortega, quien ha mostrado una y otra vez su habilidad para provocar y enfurecer al gobierno costarricense que asumió en mayo de 2010, lanzó esa idea luego que San José amenazara con impugnar ante La Haya una serie de licitaciones petroleras offshore en áreas que Costa Rica considera en disputa.
En tanto, el canciller de la desmilitarizada Costa Rica, Enrique Castillo, calificó la afirmación de Ortega sobre Guanacaste como una "bravuconada".
El término -duro, para ser aplicado a las actitudes de un jefe de Estado vecino- iba a quedar minimizado con la escalada que seguiría en horas y que una vez más toma como rehenes a uno de cada cinco habitantes de Costa Rica entre inmigrantes nicaragüenses, hijos de inmigrantes y las familias mixtas.
El llamado en consulta al embajador costarricense en Nicaragua, Javier Sancho, y una nota de protesta entregada al representante nicaragüense Harold Rivas, precedieron a una reunión nocturna de crisis en la casa presidencial. Hubo que aguardar el fin de un juego amistoso de fútbol entre la selección costarricense y la de República Dominicana, para que la presidenta Laura Chinchilla difundiese un mensaje contra la "amenaza", a la que calificó de "increíble e infame".