Crecí en un barrio tradicional, abierto, de calles, manzanas de casas unifamiliares, parques, y cerca de la Universidad Nacional y del Centro Antonio Nariño, en Bogotá dos ejemplos de urbanismo moderno; disfruté de las ventajas de esas dos formas de ciudad: mi calle en la que se circulaba, pero también era lugar de encuentro, de juegos, con antejardines abiertos, y esa sucesión de puertas y ventanas que hacían amable y seguro ese espacio urbano, y de nuestros vecinos, más verdes que construidos, pero integrados a la ciudad: El centro Nariño, con sus rascacielos de apartamentos, supermercado, teatro, iglesia y colegio inmersos en un bosque al que se podía entrar y salir libremente, lugar de juegos y proveedor de servicios para residentes y vecinos, y la Universidad también permeable y cercana para el paseo y el juego. Desafortunadamente hoy son de acceso restringido. Otro vecino era Corferias, una súper manzana cerrada, que solo cobraba vida cada dos años con la Feria de Bogotá, pero que hoy, con actividad continua y un acertado desarrollo de sus edificios y bordes activos, está más que nunca abierta a la ciudad dándole vida y haciéndola y percibiéndola más segura.
La forma en que crecieron grandes porciones de nuestras ciudades tiene lo peor de los dos mundos, no es la ciudad tradicional, de calles, manzanas y parques, la de la mezcla de usos, actividades y personas, y tampoco es la ciudad jardín que soñaron los padres de la Arquitectura Moderna, la de los edificios aislados en medio de zonas verdes. Persiguiendo la quimera de “La Seguridad” tenemos una sucesión de conjuntos cerrados en medio de los cuales la calle queda reducida a un corredor para circular, rodeado de rejas, y muros donde no pasa nada, donde caminar no es grato ni seguro.
Para que la calle vuelva a ser el lugar del encuentro, del intercambio, del juego, del paseo, de vivir la ciudad, miremos ejemplos como estos y repensemos el urbanismo; y con los mismos recursos que invertimos en seguridad y con la tecnología disponible podremos superar esta nefasta “edad de la reja” como protagonista del espacio público