¿Cuál es mi papel en la Pasión de Jesucristo?

«Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida una borrica atada con su pollino, desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto”. Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta: “Decid a la hija de Sion: Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila”. Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos y Jesús se montó. La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba: “¡Viva el Hijo de David!”. “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”. “¡Viva el Altísimo!”. Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad peguntaba alborotada: “¿Quién es éste?”. La gente que venía con él decía: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”» (Mateo 21,1-11y Mt 26, 14-27, 66).

Padre Elcías Trujillo Núñez

Después de leer el Evangelio de este Domingo de Ramos, que abre la Semana Santa o también llamada Semana, quiero querido lector, que actualicemos un poco, estos grandes acontecimientos y descubramos cuál es la lección para nuestra vida. Porque el Evangelio no es sólo una historia del pasado. Es una revelación viva, actual. Nos descubre lo que hoy está pasando entre Jesús y nosotros. Nos explica cómo nos trata Él y cómo lo tratamos nosotros a Él.

El Evangelio es como un espejo: no hay más que abrirlo para poder reconocerse en él. En la pasión de este año se mueven los mismos actores que en aquel tiempo de Cristo. En primer lugar, los indiferentes: son los cansados, los simples espectadores, que no les gusta meterse en líos, que dejan hacer a los demás – pero sin los cuales nunca se harían estas cosas. ¿Ante cuántas injusticias y dramas hemos demostrado nosotros esa indiferencia? A continuación, van los cobardes: son aquellas personas que en los momentos difíciles dicen, como San Pedro, que “no conocen a este hombre”.

Son cristianos que a lo mejor participan de las liturgias de la semana, oyen muchas homilías, reflexiones, participan en la misa todos los domingos. Pero cuando las cosas se ponen feas, cuando hay cruz y se derrama sangre – entonces dicen que no tienen nada que ver con Él, que no conocen a este hombre. ¿Quién de nosotros no es también cobarde, en determinados momentos? Están también los verdugos. No podrán faltar, son los mismos de siempre – con sus métodos brutales y sádicos, con sus corazones de piedra.

Y nosotros, ¿cuántas veces hemos sentenciado a otros con nuestros juicios injustos y nuestras calumnias arbitrarias? Y no falta la misma víctima, inocente, dolorida, paciente. Hoy hay más víctimas que nunca: justos que sufren, inocentes perseguidos, ancianos abandonados e inútiles, huérfanos, encarcelados en todo el mundo. Pero no hay que ir tan lejos. A nuestro lado hay quienes sufren, lloran, pasan hambre, están enfermos, no tienen trabajo, se sienten solos… Y así Jesús, con mil rostros distintos, sigue estando en medio de nosotros y vuelve a iniciar cada día el camino hacia el Calvario. Y nosotros, ¿qué papel jugamos? Podemos escoger el rol que nos guste, podemos hacer para con Jesús lo que queramos. ¿Qué papel jugamos nosotros? También podemos hacer que haya algunos servidores fieles, algunos corazones atentos, algunos rostros amigos. Podemos regalarle a Jesús presente en los hermanos, gestos de piedad, de compasión, de solidaridad y unidad. Entonces, ¿quién va a hacer de Verónica? ¿Quién quiere ser Simón de Cirene? Simón de Cirene, al principio, se sintió indignado y sin ganas de llevar la cruz.

Pero poco a poco su atención se dirigió hacia el hombre que caminaba por delante: aquel compañero suyo tan paciente, digno y silencioso, tan valiente y fuerte en el sufrimiento. Al principio vio sólo la carga de la cruz, pero al final ya no vio más que a Jesús. Y se alegró de poder ayudarle y acompañarlo en su camino. Querido lector, ese es el verdadero cristiano: el que sabe que nunca puede tener tanta alegría como cuando comparte el dolor con el hermano, y cuando acepta la cruz por amor al Señor. Por eso les invito a vivir con ese mismo espíritu la Semana Santa que hoy empezamos. Nota: Le recuerdo que el momento central de esta Semana Santa es la Vigilia Pascual, Sábado Santo en la noche.

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