Cuando la participación política se vuelve lo de menos

José Joaquín Cuervo

 

La sola participación explicita en política del director General del Ejército, del ministro de la defensa y del mismísimo presidente ya es sospechosa, táctica y estratégica, les importa un rábano una posible investigación penal o disciplinaria. (al fin y al cabo ya tienen cooptada a la Fiscalía y a la Procuraduría) Lo que si denota esa participación política descarada es  un gran desespero como para permitirse perder los cabales en épocas en que el consejo de las Cambridge analítycals criollas dominan la estrategia política, en los días en que está por suceder lo sucedido al desprestigio de Hillary Clinton  en días anteriores  a la elección  de Donal Trumph, los hechos ocurridos antes de que Inglaterra votará el brexit para excluirse de la comunidad Europea, las “facks news” anteriores a la votación del plebiscito por la paz, y lo peor, pueden estar por acaecer los tentados o autoatentados que puedan producir  un cambio radical en la poca conciencia crítica que queda en este país, un cambio en el que al final termine dándose un respaldo ciego al candidato de preferencias del Gobierno. El método y juego sucio de presidente, ministros y el comandante del Ejército, sigue siendo el mismo, el del partido y la ideología al que pertenecen: Generar miedo (seremos otra Venezuela) estrategia populista, fingir que son cercanos al pueblo y leales a las instituciones sin sentirlo, difundir falsas informaciones (que el candidato opositor está ofreciendo perdón por votos) decir que sólo están tratando de defender la libertad y la democracia, mientras realmente la destruyen.

En ese panorama, sin embargo, se vuelve más significado y esperanzador que el candidato al que odia el gobierno siga creciendo en las encuestas. Pareciera que ya son muchos más los colombianos que no comen cuento, los que no creen en las noticias y las informaciones falsas, los que saben que han quedado al descubierto las tácticas y estrategias más aberrantes. Sin embargo, aún persisten una pléyade de dogmáticos de la violencia y del desconcierto, áulicos de la estupidez y con el síndrome de Estocolmo social: adoran a quienes tienen secuestrada a una nación desigual, se enamoraron de los que sólo ofertan orden, disciplina, gendarmería, a cambio de unas pocas monedas o limosnas, las que ofrecen para mantener la conformidad y la aceptación natural de la misma desigualdad.

Lo más preocupante es que cuando acepten que no tienen argumentos, que se agotaron sus propias falacias, entonces apelen a la generación del mayor caos posible, incentivar la crisis, importándoles un carajo la caída en picada o propiciar un estado fallido, tratar de acallar voces, tratando de matar también las ideas. Dios nos libre que queden por ahí Zapateiros y Duques y Molanos tratando de extender su legado impune  de destrucción de la democracia,  en un franco complot contra el pobre y contra el pueblo; contra la Constitución.

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