Por el contrario, el ascenso al poder del presidente Alfonso López, el más destacado vocero del Movimiento Revolucionario Liberal, había encendido de nuevo esa loca obsesión por la paz.
El erguida posición frente al bloqueo a Cuba, así como el anuncio de levantar el estado de sitio, que se había mantenido como una estrategia jurídica para enfrentar el orden público interno, alimentó esa bandera. Pero además, le dio ánimo después del relevo de militares destacados por una supuesta intentona golpista, cuando arrancaba con el segundo año de “Mandato Claro”.
Sin embargo, las ilusiones que había mantenido, se desvanecieron cuando los voceros de las Farc se quedaron plantados por segunda vez, esperando en una finca cerca de Neiva, una comisión del Gobierno Nacional, para explorar un entendimiento político para retornar la vida civil y rehabilitar la región de El Pato.
El ‘Tuerto’ Gentil Quintero Luna, el polémico secretario de Gobierno de la época, seguía soñando en la construcción de la carretera al Pato, con la misma fogosidad como enfrentaba los debates políticos contra sus adversarios, incluyendo al joven dirigente Rodrigo Lara Bonilla.
Al cumplir López su primer año, Quintero Luna, reunió a los periodistas del Huila para hacer el balance. Y les soltó la primera chiva: “Aseguramos la construcción de la carretera al Pato, que ya está en la Colonia, en límites con el río Balsillas. En diciembre construiremos Holanda, Galicia hasta Begonia, en el Medio Pato”.
La noticia tenía un tácito impacto y un fondo que no quiso revelar. La guerrilla, que controlaba esa extensa zona, había permitido el ingreso de los ingenieros militares para avanzar en la construcción de la vía y la realización de brigadas cívico-militares que orientaba el comandante del Ejército, general, Álvaro Valencia Tovar, a quien sindicaban de estar planeando un golpe contra López.
Cumbre en El Pato
Una comisión de colonos de El Pato había concertado para el 7 de noviembre de 1975 una audiencia con el Secretario privado de la Presidencia, Felipe López Caballero.
El memorando sólo incluía ampliación de créditos y apoyo para terminar la vía Neiva-Platanillal-Balsillas, como lo había anunciado en un extenso reportaje el presidente López: “Importante es la carretera al Pato por Balsillas que abre grandes extensiones a la colonización”, expresó López Michelsen.
El gobernador, David Rojas Castro y el alcalde de Neiva, Eduardo Hakim Murad, también preparaban un documento que entregarían al Jefe del Estado durante una reunión que se venía preparando para enero del siguiente año. Sin embargo desconocían el interés del propio Presidente para dialogar con la guerrilla.
Nuevo contacto
En 1975, mientras Villamil se encontraba en su hacienda Andalucía, en el corazón de El Pato, Rigoberto Losada (‘Joselo’), uno de los comandantes de las Farc, acompañado de otros insurgentes le propusieron la mediación como lo había hecho tres años atrás con el presidente Misael Pastrana. Villamil aceptó el encargo.
El abogado Gentil Quintero Luna, respaldó la iniciativa y facilitó los contactos con su amigo, el ministro de Gobierno, Cornelio Reyes.
Días después el alto funcionario recibió la llamada del médico Villamil conocido más por sus composiciones musicales que por su labor científica.
-Ministro, ¿estaría dispuesto a dialogar con la guerrilla? Le preguntó con gran misterio.
-Claro que sí, le respondió.
-Además, estará Manuel Marulanda y Jacobo Arenas- le complementó Villamil.
El ministro escuchaba atento. “Prefiero que hablemos en un territorio neutral”, insinuó, y luego continúo: “De todos modos, hablaré con el Presidente de la República”. Y así lo hizo.
Ese mismo día el ministro Cornelio Reyes llamó a Villamil y le dijo que el presidente había autorizado el diálogo. Villamil le prometió que en 15 días tendría una respuesta.
Durante las semanas siguientes hubo un intercambio de cartas hasta que se convino la reunión. Se realizaría en la región de Balsillas, en una hacienda de la familia Lara. La agenda de ocho puntos estaba lista. “Nosotros mismos elaborábamos las respuestas que pasaban por las manos de los dirigentes de El Pato para luego ser envidas al Ministro de Gobierno”, recordó Arenas.
La agenda
La primera cita estaba confirmada. El encuentro se realizaría en la hacienda de la familia Lara en Balsillas, a pocos kilómetros de Neiva. Al encuentro asistirían delegados del gobierno y la guerrilla. ‘Tirofijo’ también había confirmado.
“Se acordaron fechas y demás detalles de la reunión, inclusive el orden del día, los ocho puntos que se iban a discutir, en los que se incluían planteamientos sobre paz, amnistía y planes de rehabilitación”, recordó Jacobo Arenas en un reportaje con el periodista e historiador Arturo Alape.
El desplante
Después de varios días de espera llegó la cita crucial. Ese día se presentaron los guerrilleros como estaba acordado. Entre ellos estaban Manuel Marulanda y Jacobo Arenas. Pero la reunión nunca se efectuó.
“He estado averiguando durante mucho tiempo, más de siete años, qué fue lo que sucedió para que esa reunión se frustrara… pero nadie sabe quién se puso como obstáculo muy poderoso para que se impidiera esa reunión entre las Farc y el Gobierno”. (Entrevista con Olga Behar).
“Hubo una oposición del Ejército. No se había aclimatado esa simpatía o ese calor por la paz que impera hoy en día”, le explicó lacónicamente el presidente López al escritor Alape.
¿Qué pasó?
El intercambio epistolar no sirvió para concretar la primera cita.
