La Nación
Cuando un sueño se hace realidad 1 28 septiembre, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Cuando un sueño se hace realidad

Desde muy joven pensé que estudiar fuera del país sería una experiencia alucinante que cambiaría mi forma de ver, sentir, pensar y actuar en el mundo. Por eso, hace algunos años venía explorando alternativas que me permitieran realizar un posgrado en el exterior y que el anhelado deseo de vivir y estudiar una temporada en un país diferente al mío se hiciera realidad.

Ahora, es bien sabido que las posibilidades para las personas de clase media se reducen significativamente porque estudiar de por sí ya es un privilegio y hacerlo fuera del país es muy costoso. Pese a todos los factores que jugaban en contra, decidí que lo intentaría y que haría todo lo que estuviera a mi alcance para estudiar en el exterior. No quería perderme la experiencia.

Un poco más de dos años religiosamente estudié inglés, presenté el TOEFL y con el resultado obtenido participé en dos convocatorias de becas de posgrado en el exterior: Fulbright y Colfuturo. Anhelaba profundamente ser becaria Fulbright, estudiar un LL.M en Harvard se me había vuelto una obsesión y sentí que estaba preparada para hacerlo. Sin embargo, en la respuesta a mi postulación la famosísima universidad me dijo que debía seguir intentándolo. Recuerdo que lloré, sentí rabia, tristeza, amargura y extrañamente empecé a odiar el inglés como si ese idioma fuera el responsable de lo que en ese entonces para mí era una desgracia.

No estaba preparada para un NO. A todos nos cuestan los “no” porque los asociamos con fracaso y subvaloramos todas las enseñanzas que nos traen y representan. Queremos ser eternos ganadores porque nos hemos comido el cuento de que quien gana es exitoso y quien pierde un fracasado que merece la condena implacable de la sociedad. Tenemos la tendencia a reducir la vida en extremos irreconciliables, blanco o negro olvidando los matices que enriquecen la existencia. Cuanta soberbia hay en cada uno de nosotros.

Hoy, con algo de serenidad miro hacia atrás y ya no siento la nostalgia inmensa de aquel momento, sino que entiendo que ese “no” me enseñó de resiliencia, perseverancia y flexibilidad. Quien recibe un “no” merece todo el reconocimiento porque lo soñó, lo buscó, lo intentó con independencia del resultado porque la vida es caprichosa y muchas veces nuestros pies deben recorrer caminos distintos a los que nos hemos planteado.

Con la convocatoria Colfuturo tuve mejor suerte porque fui seleccionada como una de las beneficiarias del crédito-beca. Finalmente, no usé el beneficio, pero sí estudié en el exterior, en una ciudad y en una universidad que jamás había contemplado en mis planes, pero la extraordinaria manera en que fluyó todo fue el indicativo perfecto para saber que ese era mi lugar.

Estudié un máster en Derecho Internacional en la Universidad Complutense de Madrid, me siento tan feliz de haberlo hecho, pero debo confesar que, pese a que había deseado desde lo más profundo de mi ser estudiar fuera, la experiencia se convirtió en una de las más retadoras de mi vida.

Fue poner un pie en la península ibérica cuando sin tener muy claro por qué, sentí que el mundo se me derrumbaba. Me sentía ajena, extraña, confundida, no dormí ni comí por un largo periodo de tiempo. Lloré como una magdalena y me preguntaba en qué momento le había dado rienda suelta a esta idea que se materializaba pero que me tenía aterrada.

En Colombia había dejado a mi marido, a mi trabajo, mis amigas, mis padres, todo lo seguro y conocido por hacer realidad mi sueño. Estaba sola en un país lejano, con gente extraña, a siete horas de diferencia con los míos. Insistentemente me preguntaba: ¿qué necesidad?, ¿por qué hice esto si yo estaba tan bien?, ¿qué me pasó?, ¿por qué nadie me detuvo?

Sentía culpa, pánico y absoluta desconfianza en mí. No me creía capaz de nada y fui entonces vulnerabilidad a flor de piel, el miedo hecho mujer. Todos estos sentimientos me tomaron por sorpresa, eran tan desagradables que yo solo quería huir, evitarlos, no sentirlos más, eran insoportables, por eso pensé que lo mejor que podía hacer por mí era regresarme para Colombia. Por fortuna me quedé en Madrid.

Recientemente recibí mi título de magíster en Derecho Internacional. Pese a la incomodidad que sentí los primeros meses en Madrid, puedo decir con total certeza que esta ha sido una de las experiencias más significativas que he vivido. Hoy tengo gratitud inmensa por todo lo aprendido, por la familia y los amigos que me sostuvieron en momentos de tanta ansiedad, incertidumbre, angustia y confusión.

En Madrid entendí la importancia de la amistad y también entendí que hacer realidad los sueños exige inmenso sacrificio. Es muy fácil soñar, pero empezar a materializar eso que tanto deseamos suele ser en ocasiones más difícil de lo esperado. También aprendí que los momentos difíciles, las emociones displicentes deben atravesarse, sentirse y jamás evitarse.

Estudiar en el exterior además de ser una tremenda experiencia académica, definitivamente transforma la vida porque resulta ser un proceso de profundo crecimiento personal.

El profesor Michael Sandel en su libro “La tiranía del mérito” nos invita a reflexionar que nuestras victorias no son tan propias como creemos. Muchas circunstancias se alinean para que sucedan y les pertenecen también a todos los que nos rodean, a quienes lloran, ríen y sufren con nosotros.

Hoy más que nunca reconozco el inmenso poder de las redes de apoyo. Sin familia y amigos que nos acompañen por el camino la vida suele sentirse más pesada. Por eso, quiero aprovechar este espacio para agradecer a cada una de las personas que estuvieron conmigo en este proceso y que tuvieron las palabras precisas, el tiempo y la amabilidad para alentarme en cada momento. A todos ustedes gratitud infinita y que la vida les multiplique todo el amor y el cuidado que me proporcionaron.