El acelerado ritmo al que avanza el mundo ha hecho que las personas, cada vez más, sacrifiquen su tiempo personal y de descanso, lo que ha ocasionado una alteración de las rutinas de alimentación, tiempo libre, relaciones familiares y en los hábitos a la hora de dormir. El reflejo de estos cambios se evidencia, con mayor frecuencia, en diferentes trastornos de salud.
En lo que al sueño se refiere, una de las costumbres más perjudiciales que ha traído la masificación y acceso a la tecnología, es el uso de pantallas antes de dormir. Trabajar en la noche, o aún peor, en la cama, entretenerse en medio de las publicaciones de redes sociales o concentrarse en ese programa o película favorita, termina ocasionando que la necesidad de descansar sea ignorada.
“Estamos tomando una muy maligna práctica de tener días muy largos y noches muy cortas. Esto se va a manifestar en un trastorno en el que la persona va a tener fases retrasadas y períodos muy cortos para dormir y sentirá cansancio durante el día. La tecnología, no solo en Colombia sino en el mundo, está afectando la calidad del sueño de la gente porque se está utilizando en el momento que no es y en el sitio que no es: la cama. Entonces, las personas no tienen descansos profundos, reparadores, sino transicionales” afirma el doctor Rafael Lobelo García, neumólogo, internista y director de la Clínica del Sueño de Colsanitas.
Es importante tener en cuenta que al dormir, el cerebro realiza una limpieza de las toxinas que se acumulan durante el día lo cual si no se lleva a cabo, puede afectar la memoria y la salud física. De ahí la importancia de regular el uso del televisor y los dispositivos móviles antes de acostarse, pues estos emiten una luz azul intensa que se percibe por los ojos de manera similar a la luz solar y confunde al cerebro haciéndole creer que aún es de día. Esta reacción altera el ciclo del sueño con situaciones como el insomnio, lo que no permite la restauración de la energía del cuerpo. Lo que más debería preocupar es que, con el tiempo, esto ocasiona cambios metabólicos, cardiovasculares, psicomotores, inmunes, comportamentales, sexuales, entre otros.
Parte de la solución es entender que dormir bien es una necesidad fundamental y, por ello, se debe priorizar el descanso. Para lograrlo, la recomendación es sacar las pantallas de luz azul del dormitorio y desconectarse de estas, por lo menos, media hora antes de ir a la cama. Asimismo, es necesario tener en cuenta que durante el primer tramo de la noche el cerebro produce la hormona del crecimiento, clave para restituir y regenerar las células, por lo que dormirse mucho antes de la media noche garantizará un sueño reparador.
Por último, es crucial identificar cuándo se tienen problemas para dormir. Si cumple con más de una condición de las que se encuentran a continuación, posiblemente está sufriendo de insomnio y podría necesitar ayuda de su médico o un especialista.
- La primera condición del insomnio es la frecuencia, pues se trata de la incapacidad constante y prolongada para dormir y descansar por días, semanas e, incluso, meses consecutivos. Se puede decir que el insomnio es crónico si persiste por más de tres semanas.
- El sueño es insuficiente en calidad y, a pesar de dormir, amanece cansado, con apatía, de mal humor, irritable, presenta estrés y ansiedad y con el tiempo empieza a experimentar problemas de memoria y dificultad para concentrarse en sus actividades diarias.
- La duración es insuficiente. El tiempo mínimo recomendado de sueño para un niño es de 8 horas y para un adulto es de 6 horas. Las personas que experimentan insomnio tienen problemas para llegar a este tiempo y, si lo logran, lo hacen de manera superficial, lo que ocasiona lo descrito en el punto anterior.
- Determinar en qué momentos falla el sueño. Esto puede ser cuando se acuesta, o cuando se duerme pero se despierta mucho más temprano de lo previsto, o si se despierta de manera constante a lo largo de la noche. En cualquiera de los casos, esto no es normal.
- Finalmente, es importante revisar la higiene del sueño para identificar acciones que podrían estar afectando el ciclo de descanso. Algunas pueden ser: comer o trabajar en la cama, hacer ejercicio de alta intensidad o ver televisión antes de irse a dormir, cenar mucho o muy pesado, ingerir bebidas estimulantes después de las 6:00 p.m., utilizar dispositivos móviles en la cama, entre otras.