El comentario de Elías No ayuda la displicencia del señor Lucio Rubio Díaz en los conflictos de El Quimbo, no conduce a la solución justa, por el contrario, cultiva la confrontación. Crea otro peligro social para la región por administrar con la lógica de beneficiar especialmente al capital extranjero. Debería acoger la tendencia universal de humanizar las empresas, seguir incluso a Freeman quien la propusiera a través del beneficio a los “stakenholder”, y claramente diseñada por la Guía Técnica Colombiana de Responsabilidad Empresarial. Entender el desarrollo como desarrollo humano integral, es decir, crecimiento económico de las todas comunidades relacionadas con la institución, crecimiento social del entorno y conservación del equilibrio ecológico. Su soberbia caracteriza el estilo de un consorcio internacional muy sólido, constituido fundamentalmente por capitales conservadores, asesorado alguna vez por José María Aznar, y que entró al Huila gracia al Dr. Uribe Vélez, otro paradigma del conservadurismo internacional. Un político especializado en montar proyectos ilusorios que favorecen especialmente la voracidad del capital privado, casi siempre en detrimento de la población. Basta recordar el sector de la salud en Colombia. Por eso niega la compensación a comunidades distantes, situadas a orilla del río, como si éste sólo se deteriorara en los alrededores del Consorcio. Protege absurdamente los grandes capitalistas en detrimento de la vida misma de los pescadores. Abusa de un Estado poco serio que en verdad debería exigir una indemnización permanente hasta cuando el río recupere su nivel natural, o el mayordomo consiga trabajo similar o mejor del que fue desalojado, sin importar la presencia de su nombre en el censo, baste comprobar su deterioro laboral. Y se niega porque cuenta con la anuencia de algunos políticos, los que no ha superado el espíritu malinchista mexicano, la moral de traicionar y entregarse a los capitales internacionales a cambio de cualquier miseria. La conquista de América fue una empresa capitalista. El mismo espíritu de Judas, capaz de vender su Dios por cualquier 30 monedas de plata. La Naturaleza es una voz divina. Y gracias a esa complacencia política, ya tiene licencia ambiental, y el censo inicial, y la ley a su lado, y también la injusticia, como si en Colombia no supiéramos los imprevistos propios de una construcción. La rigidez no deja pensar y actuar humanamente. Con tantos capitales voraces rondando el territorio nacional y la descomunal inoperancia de los gobernantes y la roñería de los gerentes, el presente de los colombianos no es halagüeño. ¿Qué hacer para superar la cultura del servilismo? lunpapel@gmail.com