En días pasados leí una serie de reportajes en un periódico nacional en el que participó The Nature Conservancy. Por la importancia de la información presentada para la región, hago referencia en esta oportunidad a algunos de los aspectos tratados. En días pasados leí una serie de reportajes en un periódico nacional en el que participó The Nature Conservancy. Por la importancia de la información presentada para la región, hago referencia en esta oportunidad a algunos de los aspectos tratados. La cuenca del río Magdalena fue recorrida por las tribus de pijaos, paeces, yalcones y andaquíes y el nombre de río dado por las culturas prehispánicas era Guacacayo (Río de Tumbas) en la parte alta, Arly (Río Bocachico) en la parte media y Carupuaña (Río Grande) en la parte baja, los españoles impusieron el nombre de María Magdalena. La cuenca tiene una extensión de 273.459 km2, que corresponde al 24% de territorio colombiano, en ella habitan 32,5 millones de personas (77% de la población), es la quinta cuenca más grande de Suramérica y en ella transitan casi 200 especies de las cuales más del 25% son exclusivas de la cuenca. La cuenca tiene la mayor riqueza de ecosistemas de agua dulce de Suramérica y aporta en promedio 7.100 m3 al Caribe. Como resultado del deterioro ambiental con efectos directos en la biodiversidad y productividad y la sostenibilidad ambiental, según la fuente, en los últimos 30 años la captura de peces disminuyó de 80.000 toneladas/año a 8.000, afectando a las comunidades más pobres. Se adolece de una visión de cuenca que permita tomar decisiones en un horizonte de 50 o 100 años, estableciendo un balance entre los beneficios y los costos, tomando en cuenta los valores ambientales, límites de alteración, potencialidades energéticas, servicios ambientales, conectividades y los hábitats físicos. En la pasada ola invernal las descargas del río llegaron a 18.000 m3/s, se inundaron más de 1 millón de hectáreas más que en oportunidades anteriores, lo que representó al país un costo equivalente al 3% de PIB. San Agustín es el primer centro urbano que descarga sus desechos al río y Neiva descarga en el Magdalena 475.400 kilogramos mensuales de suciedad por las aguas residuales doméstico e industrial que generan sus 373.000 habitantes. Este problema es más crítico porque la ciudad no cuenta con una planta de tratamiento de aguas. Qué bueno hubiera sido que en sus 400 años, a la ciudad se le hubiera regalado esa planta de tratamiento. Todo indica que para los 400 años que va a cumplir la ciudad, ni siquiera se cuenta con los recursos para publicar el trabajo completo hecho por la Academia e Historia, no entregamos el Parque Jorge Villamil, no se dotaron las instituciones educativas, no se ha resuelto el problema del suministro de agua a la ciudad, no se inauguró ningún centro tecnológico, las vías siguen inconclusas. Definitivamente, la falta de visión, planificación y liderazgo de nuestros gobernantes es una talanquera para el desarrollo regional.