Un llamado a todos: autoridades, organismos de control y, en especial, ciudadanos, para actuar con conciencia frente a nuestro comportamiento en las calles.
Según la Organización Mundial de la Salud, más de 1,3 millones de personas mueren anualmente como consecuencia de accidentes de tránsito, y otros 50 millones sufren traumatismos (OMS, 2009). En Colombia de igual manera las cifras son alarmantes; según el reporte del Instituto de Medicina Legal y Forensis, en el 2011 los accidentes automovilísticos dejaron 5.792 víctimas fatales y 40.806 lesionados. Lo más sorprendente de este estudio es que la mayor ocurrencia de víctimas fatales y no fatales corresponde a los jóvenes estudiantes.
Según el Plan Nacional de Seguridad Vial Colombia 2011-2016 (PNSV)(1), los accidentes de tránsito constituyen la primera causa de muerte en niños entre los 5 y los 14 años, y la segunda entre las personas de 15 y 24 años de edad (pp. 4 y 5).
Desafortunadamente, ni los índices ni la situación de accidentalidad vial en la ciudad de Neiva se aleja de esta triste realidad. Para el año 2009, Neiva ocupó la sexta posición entre los municipios con mayor accidentalidad vial, con 19.53 víctimas fatales por cada 10 mil habitantes, superior al promedio nacional que fue 12.53. Para el año 2010, Neiva ocupó la cuarta posición con una tasa de 21.79 víctimas por cada 10.000 habitantes, superada solo por Yopal (36.48), Barrancabermeja (28.20) y Palmira (22.40).
Para responder a esta dramática situación que se está llevando la vida de nuestros adultos, jóvenes y niños, el gobierno colombiano ha trazado el PNSV 2011-2016, el cual busca contribuir a la iniciativa de la OMS de bajar los índices de accidentalidad vial en un 50%, durante la década 2011-2020, declarada por la organización como “La Década de la Acción”. Sin embargo, ¿Están el gobierno nacional y el gobierno local (huilense y neivano) trabajando eficazmente hacia ese propósito?
En lo que a la ciudad de Neiva concierne, se puede decir que no se está logrando ningún avance, al menos en lo que la vista humana puede percibir.
Somos testigos a diario de una constante guerra entre conductores de transporte público y transporte particular, motociclistas y mototaxistas, mientras los ciclistas y peatones se siguen convirtiendo no en usuarios privilegiados de las vías sino en víctimas fatales. No hay un rincón, acera, calle o avenida donde los neivanos nos abstengamos de parquear, pues basta con encender las luces de parada para justificar la burrada. Se pueden contar más de una decena, entre automovilistas y motociclistas, que cruzan los semáforos en rojo sin el mayor remilgo de la ciudadanía, incluidos los agentes de tránsito y policías, encargados de velar por el orden público. Se pregunta uno dónde están las autoridades de tránsito cuando todas estas atrocidades suceden.
Los agentes de tránsito se han dedicado sencillamente a realizar retenes en lugares estratégicos para supervisar el cumplimiento de los documentos necesarios para movilizarse, mientras todos los neivanos apostamos por llegar primeros a nuestros destinos, sin importar que en el recorrido hayamos transgredido o atropellado a nuestro prójimo.
Muchísimas veces he visto cómo niños que viajan de pasajeros en una motocicleta o en un automóvil se convierten en testigos pasivos e inocentes de las transgresiones de sus padres, tíos o adultos “responsables”, ya sea pasándose el semáforo en rojo, negándole el derecho al peatón o respondiendo agresivamente a otros usuarios viales. Me pregunto qué están aprendiendo esos pequeños y qué cultura ciudadana nos espera en un futuro. Aclárese de paso que el Informe de Seguridad Vial Colombia 2011(2), elaborado por la Contraloría General de la República, reporta que el 42.90% de las víctimas de los accidentes son pasajeros y solo 10.88% son conductores.
Se pueden sugerir los planes y proyectos más ambiciosos, mejor redactados y estructurados; sin embargo, si los organismos de control no hacen cumplir consistentemente, y lejos de toda corrupción, los lineamientos de dichos planes, y si los adultos seguimos actuando de manera egoísta y mostrándoles a nuestros hijos, jóvenes y niños, el peor ejemplo de comportamiento vial, todo quedará reducido al papel. Mientras tanto, se seguirán sumando muertos y lesionados a las estadísticas, y tristemente traumatismos severos a los hogares y a la sociedad en general. Debemos actuar ya, evitando que el lema de inteligencia vial no se reduzca a un repetido y vacío mensaje, sino que a esa inteligencia humana le sumemos el amor y el respeto por la vida, por la del otro y por la propia. El llamado es a que, de una vez por todas, pasemos de la inteligencia vial al amor vital.
Referencias:
(1) Plan Nacional de Seguridad Vial Colombia 2011-2016
(2) Seguridad Vial en Colombia 2011 y primer semestre 2012, Contraloría general de la República
“Debemos actuar ya, evitando que el lema de inteligencia vial no se reduzca a un repetido y vacío mensaje, sino que a esa inteligencia humana le sumemos el amor y el respeto por la vida”