El asesinato del barbero Jhonatan Andrés Trujillo en el barrio Álamos Norte de Neiva conmocionó a la ciudad. En medio del dolor, su padre, Fernando Trujillo, decidió donar los órganos de su hijo fallecido, una decisión que habían discutido, pero que jamás pensó vivir. Hoy tiene la oportunidad de conocer a los receptores de los órganos y manifiesta que “Jhonatan vivirá por más tiempo”.
Por: Brayan Smith Sánchez
Brayan.sanchez@lanación.com.co
El asesinato del joven barbero Jonathan Andrés Trujillo Valencia en el barrio Alamor Norte de Neiva conmocionó a la ciudad. “Lo que le pasó a mi hijo, no se lo deseo a nadie. Al contar esto, quiero que sepan que primero está el perdón, la reconciliación y el amor hacia las personas. Nunca me imaginé que esto me fuera a pasar a mí y a mi familia”, afirmó Fernando Trujillo, papá del joven barbero, triste y desconsolado a LA NACIÓN.
El sicario, con sangre fría, le disparó frente a su papá y su novia, un hecho que enlutó a una familia y dejó una marca imborrable el 26 de agosto, una fecha que Fernando Trujillo jamás olvidará. “Mi hijo estaba en la barbería. Llegué allá esa noche para que me cortara el pelo. Casualmente nos habíamos hablado el domingo; siempre salíamos los domingos. Ese domingo no había podido estar con él. Entonces, el lunes fui a que me cortara el pelo. Eran como las 7:40 de la noche. Habíamos hablado de que iba a comprar un carro la otra semana y que había un partido de fútbol al que iba a ir esa noche a jugar. De repente, entró un tipo todo acelerado y, a un metro y medio de nosotros, levanta la camisa, saca un revólver, le apunta de frente y le dispara dos veces delante de mí y de su novia”.
Dos días después del trágico suceso, LA NACIÓN entrevistó a Fernando frente al Hospital Universitario de Neiva. En medio de una atmósfera de impotencia, con la mirada profunda y el corazón destrozado, anunció su decisión de donar los órganos de su hijo. “Esto que se ha hecho es un acto de amor, un amor muy grande para las personas”, expresó, buscando consuelo en un gesto que, aunque doloroso para él, ofrecía una luz de esperanza para otras personas.
Arles Francisco Ijaji Chito, Fernando Trujillo y Ruth Parra Varón, también protagonistas de esta historia.
Una decisión que cambio vidas
“Un día, nosotros con mi hijo habíamos hablado sobre la donación de órganos, pero nunca me imaginé que nos tocaría a nosotros esto”, afirmó. Por la gravedad de las heridas propiciadas por el sicario, Jonathan no tenía esperanza. Los médicos le dictaron muerte cerebral. Su familia, católica y profundamente creyente, se aferró a la esperanza de que su joven espíritu dejara un legado. Así, cinco personas, entre ellas Ruth Parra Varón, recibieron una nueva oportunidad de vida.
“Estar en hemodiálisis es muy duro porque la vida cambia mucho, toca estar día de por medio en la clínica sometiéndose a esa máquina. Cosas que a algunos nos caen mal. Y le vuelve la piel a uno nada, y así como nos vuelve, pues así nos sentimos: muy mala calidad de vida en la hemodiálisis”, dijo Ruth.
La noticia le llegó a Ruth, una mujer de 43 años de Armero, Guayabal, Tolima, de sorpresa. Una mañana, recibió un mensaje por WhatsApp que cambió todo. Con la esperanza intacta y escasos recursos, emprendió el camino a Neiva.
“Nosotros nos levantamos y yo siempre prendo los datos del celular. Me enviaron un mensaje por WhatsApp saludándome desde el hospital de Neiva… A la media hora ya me sonó el celular y era la doctora. Me dijo que había salido un donante. Sentí alegría, fueron sentimientos encontrados porque había salido el donante, pero también estábamos en una situación económica difícil. Pero yo le dije a la doctora que nos íbamos, y ella me dijo que llegáramos en seis horas. Y yo le dije que sí, confiando en Dios, y con mi esposo nos fuimos. Cogimos dos mudas de ropa y arrancamos”.
El esposo de Ruth se convierte en el cronista de su sufrimiento, narrando con dolor los días oscuros que han marcado su vida. Recuerda cómo, en la desesperación de la enfermedad, tuvo que resignarse a dormir en el suelo y soportar muchas otras dificultades.
“Fue un cambio bastante grande. Cuando pasó todo eso, estaba trabajando en una empresa. Me dieron permiso en dos ocasiones, pero en la tercera salida que fuimos al San Ignacio en Bogotá para un tratamiento de ella, cuando volví, trabajé dos días. Al tercer día me sacaron del trabajo. Me dijeron: ‘No puede trabajar porque usted se mantiene viajando y no sirve para la empresa’. Los primeros tres meses fueron muy duros; dormía en el piso fuera de la clínica mientras le hacían la diálisis a ella. Entrábamos a las nueve de la noche y salíamos a las dos de la mañana. Muchas veces me quedaron mal con el transporte de ella, me tocaba venir en la moto, traerla y llevarla a esa hora en la moto. Nosotros éramos felices con tal de que ella cumpliera la hemodiálisis”, dijo José Ayala, esposo de Ruth Parra.
Después de dos años y medio de incansable lucha por su salud, finalmente encontró el órgano que tanto anhelaba: un riñón. Con profunda gratitud, y como si cada palabra fuera un homenaje a la esperanza renovada y a la segunda oportunidad que le ha sido otorgada, agradeció.
“Después del trasplante sentí mucha alegría de recibir esta bendición. Agradezco a la familia que donó este órgano porque, la verdad, mi vida cambió mucho. He descansado de la diálisis, es un descanso enorme y siento felicidad y agradecimiento. En mi corazón hay alegría, hay anhelo de vivir. Me da alegría porque estoy bien. Aparte del proceso de la cirugía, me siento feliz y agradecida con Dios por esta oportunidad de poder tener una vida normal nuevamente”, agregó la receptora del órgano.
Jhonatan Andrés Trujillo, el barbero asesinado en Alamos Norte de Neiva.
Proceso de luto
Para Fernando, el proceso de luto ha sido una travesía dolorosa. Cada domingo, con el corazón encogido, visita la tumba de su hijo, llevando consigo un cúmulo de recuerdos y anhelos. El eco de ese trágico 26 de agosto resuena en su mente, y con un profundo suspiro, desea que el tiempo se lleve ese dolor.
“Yo ya no duermo con la luz apagada porque las noches son muy tristes. Pienso en él, en el momento en que pasó esto. Pienso mucho en lo bonito que pasamos el último día, en lo que estábamos hablando, los proyectos de él. Se preocupaba tanto por mí que todos esos recuerdos los llevo en mi corazón. Es muy triste. No podemos soportar estos momentos. Yo sé que hay un luto, un duelo de todos estos días, pero quiero que pase rápido porque estamos muy, muy mal emocionalmente”, dijo Fernando Trujillo.
Durante este proceso, Fernando se ha sumergido en la investigación sobre la donación de órganos. Con cada nueva información que descubre, su corazón se llena de una mezcla de tristeza y esperanza. Comprende que hay muchas personas que sufren, que viven en la incertidumbre, aguardando la oportunidad de recibir un órgano que les permita volver a empezar.
“He hablado con personas sobre este tema. He investigado y preguntado. Hay personas que están sufriendo mucho, personas que sufren por la enfermedad que tienen y están esperando algún día poder tener la posibilidad de recibir un órgano para que su vida cambie. Son familias, son padres, madres, hijos y, más que todo, cuando son padres, que es la cabeza principal de un hogar, que es el sustento de un hogar. Es muy doloroso ver a alguien que necesita un órgano para poder salir adelante con su familia”, afirmó Fernando.
Una petición imposible
Una petición que parecía casi imposible, pero que Fernando anhelaba con todo su ser, era conocer a las personas que habían recibido un órgano de su hijo. Imaginaba sus rostros, sus historias y la nueva vida que ahora llevaban gracias a aquella decisión.
“Le dije al médico que si podía hacer una petición muy grande para nosotros, que era conocer a una de las personas que recibieron un órgano de Jonathan. Me preguntaron por qué y mencioné que quería conocerlos para abrazarlos, para sentirlos, y para saber que en ese cuerpo está mi hijo. Entonces, ellos me dijeron que no, que no se podía, que era imposible y que nunca se podía conocer a las personas. Pero mi ‘Diosito’ es muy grande. De tantas oraciones y de tantas lágrimas, hubo una fuga y se supo quiénes eran, y ellos también querían conocernos a nosotros personalmente, más que todo a mí, para agradecernos”, dijo Fernando.
Conoció a Francisco
Finalmente, Don Fernando vio realizado su anhelado deseo. No solo tuvo la oportunidad de conocer a Ruth, sino que también cruzó caminos con Arles Francisco Ijaji Chito, un campesino de Pitalito, Huila. Durante seis años, Arles enfrentó una lucha constante, lidiando con los rigores de la diálisis y otros procedimientos médicos, mientras se veía obligado a trabajar para mantener a su familia. Pero todo cambió con la noticia del trasplante y de que había un riñón disponible; esa noticia iluminó su vida, transformando su estado de ánimo, su forma de pensar y su manera de vivir.
“Y las personas que he conocido son personas muy humildes, y me siento muy bien gracias a Dios por haberlas conocido. He conocido a dos personas que recibieron el riñón, cada uno, y son personas muy humildes que necesitan de nosotros, de mí y de las personas de buen corazón”, añadió Fernando.
Sin duda, una historia que conmueve profundamente. Don Fernando Trujillo hubiera querido que las circunstancias fueran diferentes, pero la vida, con su implacable curso, trajo consigo desafíos y aprendizajes inesperados.
“En el momento que fuimos a entregar a Jonathan en la sala de cirugías, yo hice una oración ahí y le pedí al Señor, que mi hijo moviera así sea un dedo. Pero no, no era posible. Mi hijo estaba totalmente con muerte cerebral. Lo único que le pude decir al Señor es que gracias, padre lindo, por haberme entregado 33 años de felicidad con él. Y como no lo tengo más, tendré a las otras personas, que sé que las voy a conocer a todas y les voy a dar el mismo amor y cariño que le daba a mi hijo. Eso es lo que yo quiero”, puntualizó Fernando.