De Madrid a Colombia, el vuelo hacia sus sueños

El joven piloto colombiano Andreu Rivera Cabrera tiene una historia que no solo refleja su dedicación y esfuerzo, sino también una pasión que, desde su niñez, lo ha llevado a surcar los cielos. Nacido en Madrid, España, Andreu llegó a Neiva a los cinco años, y su vida aquí ha sido una combinación de estudios, sacrificios y metas claras. Ahora, con licencia de piloto comercial a sus 18 años de edad, espera volar hacia sus sueños, incluso a las estrellas.

Hernán Guillermo Galindo M

hernan.galindo@lanacion.com.co

 Con tan solo 18 años, Andreu Rivera Cabrera, oriundo de Madrid, España, con padre de Támesis, Antioquia, y madre neivana, se ha convertido en un ejemplo de disciplina, esfuerzo y sueños cumplidos. Graduado como piloto comercial de la Academia Antioqueña de Aviación, Andriu ha logrado lo que para muchos parece imposible: obtener su licencia para volar aeronaves antes de cumplir los 20 años.

Andreu, quien es la primera promoción de su colegio, logró graduarse en 2022 con un paso firme hacia sus sueños. “Desde pequeño siempre tuve claro que me gustaba la aviación, aunque también me atraía la música y el piano, la carrera de piloto me llamaba la atención, aunque era costosa”, explica con una sonrisa.

De hecho, su inclinación por la música lo llevó a estudiar durante cinco años en el conservatorio, pero la avidez por volar siempre estuvo presente.

Fueron muchas horas de estudio incluidas practicas en simuladores de vuelo. / Foto: Suministrada. 

El apoyo de sus padres

Tras culminar el bachillerato, la decisión fue clara. Con el apoyo de sus padres, Jefferson Rivera y Karla Cabrera, quienes, tras un paso por España, decidieron instalarse en el Huila y concretamente en Neiva. Tienen una empresa comercializadora de carros; Andreu comenzó su formación como piloto.

“Mis padres me dieron el aval y decidí hacer las pruebas en la Academia Antioqueña de Aviación. A pesar de los obstáculos económicos, seguí adelante. Mi meta era ser piloto comercial”, comentó. 

Andreu comenzó su travesía hacia los cielos a los 16 años, recién graduado del colegio, donde estudió su primaria y bachillerato, Greenhill School de Rivera.  Desde entonces, cada día ha sido una mezcla de intenso estudio, práctica rigurosa y sacrificios personales.

“Es un orgullo inmenso haber logrado esto a mi edad”, comenta Andreu. “Todo fue posible gracias al apoyo incondicional de mis padres, quienes siempre han creído en mí”.

La academia

La carrera como piloto siempre estuvo en la mente de este joven, que recuerda ese gusto desde que tiene uso de razón. Sin embargo, tenía claro que es costosa, por lo que inicialmente se inclinó por la música, hasta que, tras consultarlo con sus padres, tomó la decisión de estudiar en la Academia antioqueña de Aviación.

“Tengo formación musical de cinco años en el conservatorio del Huila con énfasis en piano, pero también analicé que no es fácil vivir de la música. Otra alternativa que consideré fue alguna ingeniería, ya que me gustan mucho las matemáticas”, recordó.

La carrera de piloto no es sencilla, afirmó Andreu. La formación teórica es de tres semestres y 195 horas de simulador de vuelo, que incluye más de 190 horas de vuelo y simulador en aeronaves como el Airbus 320 y el 737.

Su formación incluyó largas horas de estudio de planes de vuelo, meteorología y simulación en cabinas, así como prácticas nocturnas, uno de los mayores retos para cualquier piloto, relató.

Momento de celebrar en familia en la ciudad de Neiva. / Foto: Suministrada.

Anécdotas

Una de las anécdotas y satisfacciones de Andreu Rivera fue lograr sobrevolar el pueblo natal de su padre y de su abuelo, Támesis, Antioquia. “Fue muy emocionante ver la tierra de origen de mi padre y de mi abuelo. Además, la satisfacción fue doble cuando les envié las fotos”, sostuvo.

Y la otra, ya con licencia en mano, su esfuerzo fue recompensado con un vuelo muy especial: aterrizar en la que considera su ciudad natal, Neiva, donde su familia lo esperaba con lágrimas de orgullo.

La familia Rivera ha trabajado arduamente para ver a Andreu alcanzar este hito. Su padre, quien comenzó como conductor de taxi y ahora lidera una vitrina automotriz, y su madre, incansable trabajadora, han sido pilares fundamentales en este camino. “Nosotros apostamos por el futuro de nuestros hijos, y verlo a él lograr esto es la mayor recompensa”, afirma su padre.

Tras finalizar su formación, Andreu recibió su licencia comercial de piloto, lo que le permite volar cualquier avión de hasta 5.700 kilogramos de peso. Ahora está llenando requisitos y papeles para aplicar a algunas aerolíneas colombianas.

Pero este es solo el principio de un largo camino en la aviación. Aunque Colombia cuenta con diversas academias de aviación, como Halcones de Medellín, Falcon en Villavicencio y el Aeroclub de Bogotá, no existe una universidad que ofrezca la carrera como tal; la mayoría de los pilotos se forman en escuelas privadas, comentó Andreu.

La carrera de piloto es muy exigente y costosa, y Andreu se encuentra enfocado en trabajar y acumular experiencia para seguir escalando en su profesión.

La felicidad de estar en Neiva. Foto tomada en el aeropuerto Benito Salas. / Foto: Suministrada

Visión a futuro

Las aspiraciones de Andreu van más allá de las fronteras; se ve a futuro volando en líneas internacionales con sede en Europa u otros continentes.

“Mi meta es trabajar como piloto, obtener más horas de vuelo y empezar a volar en aerolíneas. “A largo plazo, quiero volar en otros continentes y, en un futuro muy lejano, regresar a Colombia”, expresó Andreu con una visión clara de su futuro.

Agregó que esto le permitirá no solo conocer nuevas culturas, sino vivir otras experiencias y acceder a mejores salarios y posibilidades profesionales. Dejó en claro que, después de vivir esas experiencias, en el futuro lejano su meta es retornar a Colombia a compartir sus experiencias y formaciones profesionales.

En cuanto a la aviación colombiana, Andreu destacó que el país está bien posicionado en términos de seguridad aérea, con aerolíneas que cumplen altos estándares internacionales y pilotos altamente capacitados. “Las aerolíneas colombianas son muy seguras, y los pilotos salen muy bien preparados”, aseguró.

Sin embargo, el camino no ha estado exento de desafíos. Aunque Andreu nunca se ha desviado de su objetivo, reconoce que la carrera presenta obstáculos, como el alto costo de la formación y las exigencias del estudio y las horas de vuelo. No obstante, su compromiso con la aviación y su capacidad de mantenerse enfocado lo han llevado a superar cualquier dificultad.

En el futuro, Andreu también tiene una gran pasión por el espacio. Desde pequeño, soñó con ser astronauta. “Me ha fascinado siempre el universo y la galaxia. “Mi plan es terminar mi formación aquí en Colombia y, en el futuro, si las oportunidades se dan, estudiar una carrera para postularme a la NASA”, dijo con emoción.

Hoy, Andreu sigue con su propósito de volar alto, tanto dentro de la aviación como en sus sueños de explorar más allá de las fronteras terrestres. Y mientras tanto, se prepara para enfrentar los desafíos que le esperan, con la certeza de que su habilidad y dedicación lo llevarán a alcanzar las alturas más altas.

Ahora puede volar aeronaves de hasta 5.600 kg y tiene en la mira continuar ampliando sus licencias para pilotar aviones más grandes como el Airbus A320. Sueña con un día formar parte de aerolíneas internacionales como Iberia y, quizás, alcanzar las estrellas.

“La disciplina y el apoyo familiar lo son todo. “Sin ellos, esto no habría sido posible”, dijo en agradecimiento a sus padres; Jefferson y Karla y su hermanita Nayra”, aseguró.

El joven piloto también reflexionó sobre los desafíos de su profesión en Colombia, como los aterrizajes en aeropuertos complejos como los de Manizales y Pasto, que requieren habilidades excepcionales y un entrenamiento especializado. “En la academia nos llevan a aterrizar en el aeropuerto La Nubia de Manizales; cada vuelo es una oportunidad para aprender y crecer”, dijo con una sonrisa.

Con su ejemplo, Andreu Rivera Cabrera inspira a jóvenes de todo el país a soñar en grande y a trabajar incansablemente por sus metas. “Vengo de una familia trabajadora que siempre me inculcó que con disciplina y esfuerzo se puede llegar a lo más alto”, concluyó.

Hoy, Andreu no solo se eleva por los cielos de Colombia, sino también en el orgullo de su familia y su comunidad, dejando claro que el límite es el cielo, y quizá, incluso más allá.

Una mirada al desierto de la Tatacoa. / Foto: Suministrada.

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