De por qué el santismo no existe

Juan Manuel Santos Calderón ha salido nuevamente a oponerse (en apariencia) a la iniciativa de constituyente que promueve la “Administración por Sobresaltos” diciendo, entre otras cosas, que el santismo no existe. Expondré algunas razones por las cuales esto resulta cierto.

Empecemos por decir que Santos emula, en parte, al presidente Belisario Betancur (1982-1986) para esconderse de hechos como Odebretcht, el robo de las elecciones del plebiscito (2016), la pérdida del diferendo fronterizo con Nicaragua (2012) entre otras y, a su vez, maniobrar en la oscuridad los hilos del poder porque no tiene ideas ni principios, no cuenta con una organización electoral y no es, sentido estricto, un líder de masas.

Como es bien sabido, Santos no tiene estructura electoral alguna. Es más, nunca la ha tenido porque él sabe que no es un líder político, stricto sensu. Solo un oportunista que ha sabido maniobrar los intereses según el momento. En eso, no tiene par.

Supo merodear el solio de Bolívar desde los nombramientos que le hicieron los presidentes: Gaviria, Pastrana y Uribe.

El presidente Pastrana ha contado como Santos todos los días llamaba a la Casa de Nariño a efectos de que lo nombrara MinHacienda. Para quitárselo de encima, el presidente tuvo que nombrarlo ministro y asunto arreglado.

En tiempos de Uribe Vélez, se sirvió de José Obdulio Gaviria para que lo nombraran MinDefensa desde donde empezó a fraguar la traición a Colombia y su entrega total a las FARC, obviamente a nombre de “la paz”.

Ahora viene asustado a oponerse a Petro y su constituyente porque sabe que, en gran medida, el desastre de Petro se le debe a él porque ambos vendieron la falacia de la paz; y a nombre de esta legalizaron a las FARC y quieren hacer lo mismo con el resto de criminales para convertirlos en “gestores de paz”, “progresistas”, “defensores de los DH’s” y demás etiquetas que se han abrogado las guerrillas para limpiar su pasado y construir una nueva identidad a nombre de “la paz”, la “justicia social” y “los derechos humanos”.

El problema es que nadie le cree a Juan Manuel Santos Calderón. Su palabra vale lo mismo que la de Ernesto Samper diciendo que todo el 8.000 fue a sus espaldas.

Santos fue el mismo que dijo que a las FARC no se le iban a regalar curules en el Congreso y allí andan pontificando sobre lo humano y lo divino apodando todo su “discurso” de adjetivos como “paz”, DH’s, “justicia social”, “progresismo”, “medio ambiente”.

Ese mismo JMSC fue quien dijo que respetaría el resultado electoral del plebiscito de 2016 y después desconoció unas elecciones a nombre, repito, de “la paz”.

Fue el mismísimo JMSC quién ayudó a crear un partido para la reelección de Uribe (Partido de la U) y a quien calificó como el mejor presidente de la historia para después promover un exterminio judicial contra todo lo que oliera a uribismo.

Ese JMSC es quien se opone aparentemente hoy a la constituyente de Petro, pero quién le cree? ¡Nadie! Él mismo destruyó su credibilidad y le ha restado valor a su palabra.

Y es que el santismo tampoco puede existir porque no es conjunto amalgamado de ideas sobre la sociedad, el Estado, la economía y el mundo. Sí tuviéramos que definir el santismo en una sola palabra, esa es precisamente: oportunismo. Y sus máximos jerarcas son Roy Barreras, Armando Benedetti, Juan Fernando Cristo, Juan Fernando Velasco, entre otros. Todos igualmente carismáticos e intelectuales a Santos o a Petro.

Finalmente, no es para nadie un secreto, ni mucho menos un gran descubrimiento político, decir que JMSC no es un líder de masas o un gran orador. Tan mediocre en la plaza pública como en recinto cerrado, Juan Manuel Santos Calderón no pudo pasar a la historia como un gran líder político. Solo un favorecido por Uribe Vélez en 2010 y después en 2014 por las FARC y la izquierda en general.

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