6 de diciembre de 1928. Las gestiones realizadas entre el sindicato obrero de las bananeras, dirigido por Raúl Eduardo Mahecha y la UnitedFruit Company, culminaban entre balas, sangre, polvo y olvido. Eran los tiempos del Conservatismo puro entre cuyos militantes se destacaban Marco Fidel Suarez, Pedro Nel Ospina y Guillermo Valencia. Amangualados estos con el pulpito soberano de un dios de sangre azul, lograban que el Congreso aprobara la ley 69 de octubre 30 de 1928, la cual, consiguió entre otras cosas, poner en cintura los asociaciones sindicales que para entonces efervescían con gran ímpetu entre las masas obreras del país. En ese entonces el pensamiento Liberal comenzaba a ocupar importantes escaños sociales y políticos. Impulsados por la ideología socialista de los soviéticos, millares de trabajadores anhelaban con vehemencia imponer magnas reformas que se ajustaran más a las necesidades reales que tanto ellos como sus familias tenían que padecer día tras día. Aspectos fundamentales como un salario justo, descanso dominical remunerado, vivienda digna, entre otros, fueron desconocidos en ese entonces por el gobierno, sumiso al mandato extranjero, y desencadenó con horror la tragedia social que hoy en día aún se sigue recordando.
Permítanme mostrarme escéptico a que esto se esté convirtiendo en un ciclo repetitivo. La protesta campesina, la verdadera protesta campesina, la del agricultor que reclama con fundamento el abandono y la falta de interés del gobierno, es una protesta justa. Como los trabajadores del sindicato bananero, los agricultores hoy en día también se están viendo inmersos en un sinfín de necesidades que le están acabando su posibilidad de producir, de ser auto-sostenibles. Lo preocupante del asunto es que los hechos coyunturales de la protesta la están estigmatizando completamente. Los constantes ataques de parte y parte hacen ver a los campesinos como una masa de agitadores, lo que le resta trascendencia a la base de su querella; y a la fuerza pública la deja no como la garante del cuidado de los derechos mínimos de la comunidad, sino como a un mazo represor al servicio de intereses políticos.
Como ciudadano que necesita tanto del agricultor(el que hoy en día reclama lo justo), así como del orden social(del que se encarga el Estado), espero que se logre un acuerdo pronto. Hay mucho interés externo, de fuerzas no muy claras, que quieren utilizar la protesta social como chivo expiatorio. Y la verdad, tanto los extremistas ideológicos, como los buitres politiqueros, siempre han deseado sacar provecho del llamado que hacen ciudadanos de bien, trabajadores, honestos, probos, con bastas necesidades económicas y sociales.
De la masacre de las bananeras de 1928 a hoy, se ha logrado mucho en cuanto a derechos sindicales y de los trabajadores. Esperemos que para que también se logre mucho en cuanto a protección y respaldo a la principal fuente de producción del país, no deban sucumbir ante las balas y el olvido, cientos de ciudadanos colombianos.
Neiva, 04 de mayo de 2014.