Desde ésta columna advertimos en la pasada campaña electoral, que ciertos candidatos no tenían la estatura ética, para manejar con moral administrativa los intereses del Huila. Muchos opitas sienten que la corrupción y la impunidad los tiene rodeados y que si no se les pone límites, su avance podría afectar el desarrollo de todos los municipios. Con el fallo en primera instancia de la Procuraduría, las aparentes grandezas y triunfos quedaron reducidas a una simple ilusión. A pesar de su baja credibilidad por el número de investigaciones en Procuraduría, Contraloría y Fiscalía, los huilenses por ‘x’ o ‘y’ motivo le dieron el voto de confianza en las urnas, a pesar de la desconfianza que suscita en el manejo de la cosa pública. La poca responsabilidad administrativa en asumir gravísimos errores, por ser cabeza de la administración municipal en aquel momento, cuando alega “que todo fue a sus espaldas”, queda sin piso ante la tesis jurídica del Fiscal General, doctor Montealegre, al plantear que la justicia tiene que abandonar el análisis de responsabilidades individuales y añadir el criterio del contexto histórico, que establece un modus-operandi y precisa patrones en las investigaciones, que permitan desenmarañar la base de los “aparatos organizados de poder”. Ya no es la tesis de que uno pague cárcel por todos los demás y cuando salga se reincorporará a la rosca. Aquí el sistema abarcó dos administraciones seguidas, que adjudicaron $12.000 millones entregados a Tigsa, que se hacía pasar como Banca de Inversión, sin estar inscrita en el Registro Nacional, ni ser vigilada por la Superintendencia Financiera. Entonces el fallo es el inicio de un proceso màs largo y delicado, porque falta rescatar por intereses $350 millones por la Contraloría, así la gobernadora manifieste que Tigsa ya devolvió lo correspondiente a su período, pero como observamos con la nueva tesis del “aparato organizado del poder”, lo que ella dice, no es verdad. Y después vendría lo penal, a lo cual debería dedicarle 24 horas diarias. El programa “La Luciérnaga” nos advertía que la candidata veía a los opitas con “cara de marranos”, y sus ansias de poder como proyecto de largo respiro no tenían lìmites, a pesar de las investigaciones. También se corrobora que todos los alabados del expresidente Uribe…salen untados.