Andrea del Pilar Bautista Perdomo
El 16 de abril se conmemora el Día Mundial contra la Esclavitud Infantil, su origen proviene del asesinato del niño pakistaní Iqbal Masih de 12 años, ocurrido en el año 1996. Quien fue vendido a la edad de 4 años por su padre a la fábrica de alfombras de Pujab.
El niño Iqbal pagaba con trabajo las deudas de su padre, enfrentándose a jornadas de explotación laboral de 12 horas por una rupia diaria. Iqbal, a los 10 años consiguió la libertad a través de una campaña del Frente de Liberación del Trabajo Forzado y se convirtió en un activo luchador contra la esclavitud infantil, y consiguió cerrar empresas en las que se explotaban a menores. En 1995, mientras andaba en su bicicleta, fue vilmente asesinado de un disparo.
La conmemoración de esta fecha se enmarca en la necesidad de alzar las voces de denuncia frente a esta situación, que no es ajena a la realidad actual, y mucho menos a la de nuestro continente, pues si bien ya existen convenciones internacionales que protegen la niñez, tan sólo en América Latina hay 6 millones de niños y niñas (de 5 a 17 años) que se encuentran en condición de explotación laboral infantil, según informe de la OIT. A su vez, se va a entender por trabajo infantil toda actividad laboral que “priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”.
Teniendo en cuenta estos marcos de interpretación histórica, legal y política, busco desmontar el concepto sobre “trabajo infantil”, pues solamente al denominarle como trabajo, se desconocen las condiciones de explotación directa que sufren millones de infancias, por lo que me parece indispensable clarificar que no existe el trabajo infantil, no existe un marco jurídico ni material de ejercicio laboral que abarque a las infancias.
Si un niño o niña es expuesta a labores en el mercado laboral, no tienen una relación laboral, no son trabajadores, están siendo directamente explotando, se le están vulnerando sus derechos fundamentales, se está violando el bloque de constitucional, se están desconociendo convenciones internacionales.
La minería, los basureros y la pesca no pueden ser más espacios en que los niños y niñas vivan su infancia. Responsabilicemos a los entes territoriales para que investiguen esta problemática y se construyan formas de erradicarla.