‘Dulce’ es de piel blanca y cabello negro largo ondulado, llegó hace tres meses al país, tiene 22 años y aunque estudió y logró culminar su carrera como abogada, no pudo ejercerla en Venezuela, donde la crisis económica y social cada vez se agudiza más.
Es de Islas Margarita, y la mayor de cuatro hermanos y su mamá padece de cáncer de seno, esta situación la obligó a llegar a la capital opita, solo con una maleta, para buscar dinero y enviarle a su familia.
“Me trajo a Neiva la necesidad, porque tengo a mi mamá muy enferma, muy grave en Venezuela, y me ha tocado ingresar a este mundo para poder subsistir y ayudar a mi familia, pero a veces uno no tiene ni para la comida y me ha tocado duro, porque eso es algo que ningún hijo quiere para su madre y además ella no sabe que vine a este país a trabajar en esto”, relató entre lágrimas la joven venezolana.
Desde que el alcalde, Gorky Muñoz, decretó el pasado 20 de marzo la cuarentena que luego se prolongó por orden del Gobierno Nacional prohibiendo cualquier tipo de contacto físico, las casas de lenocinio cerraron sus puertas y las trabajadoras sexuales permanecen aisladas en hostales, casas o en los establecimientos nocturnos donde laboran.
“Nadie sabe nuestra historia y nos juzgan, pero no conocen nuestras necesidades. No tengo como ayudar ahora a mi familia, he estado muy triste. Mi familia está pasando trabajos, mi mamá está en una clínica y mis hermanos están solos. En Venezuela casi no hay energía como todos saben, entonces solo me puedo comunicar con ellos dos veces a la semana y solo son un par de minutos, una conversación muy breve. Durante la cuarentena me la ha pasado encerrada, porque me da miedo que me contagien, quiero volver a mi casa sana y por eso me cuido, me da pánico infectarme de ese virus y ya no volver a ver nunca más a mi mamá”.
‘Dulce’ permanece en una casa, alojada con 27 mujeres más y dos menores de edad, pasa el tiempo conversando, viendo televisión o en redes sociales en su celular, donde se informa de lo que pasa día a día en su país con la pandemia.
“Hemos podido sobrevivir todo este tiempo porque la jefa de nosotras es una persona muy solidaria y nos acogió en este lugar, ella trata de hacer lo que puede por nosotras, lo único que hacemos es sobrevivir cada día”, dijo.
“Somos seres humanos también, trabajamos con nuestro cuerpo, no porque nos guste, sino porque nos toca, todas tenemos hijos, madres enfermas, hermanos que mantener y darles de comer. Nosotras somos personas a las que esta situación les está afectando igual que a todos”, finalizó.
“Me cambió la vida de la noche a la mañana”
‘Paola’, comparte una pequeña habitación pintada de color naranja con ‘Dulce’ donde tienen un camarote, dos sillas de madera amarillas, una mesa blanca, un ventilador y un baño. Ella también llegó de Venezuela, pero vive en la capital huilense hace un año.
Tiene 23 años y dos hijos, uno de 4 años y otro de 7 a los cuales no ve hace cinco meses. “Llegué hace doce meses, y he viajado solo una vez a Venezuela a ver a mis hijos, y terminé en Neiva porque es al lugar que menos llegan las personas que uno conoce, de eso se trata, que nadie que lo conoce a uno se entere en qué estamos trabajando. Yo soy el sustento de mi familia y eso me obligó a estar en esta vida. Yo les giro a mis hijos y a mi mamá”, afirmó.
“A mi esta pandemia me ha afectado mucho porque no recibo dinero, no estoy produciendo nada, pero además de eso, esto es fuerte porque tenemos a nuestra familia lejos de aquí. Cuando yo me enteré de esto, quise ir a abrazar a mis hijos y no poder hacerlo me da impotencia, quisiera poder protegerlos, pero desde aquí no puedo, aunque hablo con ellos muy seguido, me siento con las manos atadas, sin poder hacer nada, siento que me cambió la vida de la noche a la mañana y ha sido solo gracias a mis pocos ahorros que he podido sobrevivir y a la jefa Xiomara, que nos ayuda siempre”, resaltó.
“Antes que ser venezolana, hablo como persona, como ser humano, porque a todos nos está afectando esta pandemia y antes que ser ‘putas’ somos madres, somos hijas, somos hermanas, somos mujeres que por necesidad estamos en este mundo, porque para nadie es un secreto la crisis que afronta nuestro país. Solo les pedimos que se compadezcan de nosotros, y pido que yo no me contagie, Dios quiera que no”, puntualizó.
Actualmente, más de 200 trabajadoras sexuales de 15 establecimientos se encuentran cumpliendo en Neiva, el aislamiento preventivo obligatorio decretado. “En este momento ellas se encuentran dentro de los establecimientos bajo el cuidado y responsabilidad de los dueños de estos negocios y ellos están corriendo con todos los gastos. Ellas viven es de lo que consiguen diariamente, y con eso mantienen a sus familias y por más que los dueños de estos negocios quieran ayudar, para ellos es muy difícil, solo le pedimos a la Administración Municipal que las ayude, nunca pedimos ayuda económica para esta población, pero la reserva se está acabando”, resaltó Claudia Jaimes, representante de Diversur, entidad que agrupa a establecimientos nocturnos que prestan servicios sexuales.