Es indudable que una porción grande de profesores, especialmente, docentes de los niveles de educación básica y media, apoyó la elección de Petro.
Esto es infortunado, pues, aunque sea una verdad de Perogrullo, son educadores. Responsabilidad bajo la cual, el escrutinio de sus estudiantes, padres de familia, y de la sociedad en pleno, es necesario. Por esto, me permito enlistar a continuación, tan sólo seis aspectos que cuestionan su condición ética:
Primero. Justificación de medios espurios para la consecución de fines “altruistas”. Pues, los profesores simpatizantes del hombre del M-19 ignoran a conveniencia el origen ilegal de su líder político, a la par que instan a sus estudiantes a ser personas de bien y respetar la ley (Por si acaso, también decidieron ignorar lo del ‘Pacto de la Picota’).
Segundo. Validación de la mentira como forma hacer política. Infelizmente, el petrismo suele dar prelación a la mentira antes que a los argumentos. Una prueba de ello son las promesas absurdas a las que apeló la dupla Petro-Márquez para ganar adeptos, a sabiendas de que todas estas eran fruto del hábito del engaño. Aún así, estos mismos profesores les exigen a sus estudiantes no mentir.
Tercero. Destrucción del opositor como práctica de deliberación política. Revelaciones como las hechas por los petrovídeos antes de campaña en la que personas clave del petrismo aseguraban que estaban “corriendo las líneas éticas” (Guanumen), que “ya habían quemado a Fajardo”, que debían hacer lo mismo con Fico (Isabel Zuleta), y que no era problema “decir una cosa, y después decir que habían cambiado de opinión” (Clara López), muestran la esencia de la “filosofía” del régimen. Dando la espalda a esta realidad, los profesores instan a que sus estudiantes sean probos. Algunos, un poco más osados, apelan a la filosofía cristiana para darle autoridad a sus palabras.
Cuarto. Uso de la desinformación como herramienta de fidelización política. A pesar de saber que el modelo de reforma a la salud de Petro es nocivo porque ya destruyó su sistema de salud, el magisterio petrista prefiere desinformar a la opinión pública, mientras los profesores asumen en silencio el costo de atención médica privada. A pesar de esto, les exigen a sus estudiantes coherencia y levantar la voz contra las injusticias.
Quinto. Apología de la ignorancia. Supongo que después de dos años y medio de desgobierno, los profesores petristas, como el resto del país, tienen la certeza de la pobre preparación académica del ejecutivo (que no ejecuta), empezando por Gustavo Petro. Es algo que no puede disimularse, como el escándalo de Nicolás Petro. Empero, les invitan a sus estudiantes a prepararse y a desarrollar ‘pensamiento crítico’.
Sexto. Instrumentalización de la educación para hacer politiquería. En cada para paro, o jornada de movilización para apoyar al gobierno, queda claro que la educación no es un asunto importante para este desgobierno. Los profesores no utilizan sus vacaciones para hacer paro, obviamente, y Petro escogió un personaje como ministro que representa muy bien lo que él entiende por educación. Aun así, continúan en el ejercicio de la docencia.
En conclusión, el dilema ético en el que los profesores simpatizantes de Petro viven es vergonzoso. Sólo nos queda pensar, que, entre esos muchos feligreses, quedan maestros de verdad, como el señor Cristian Uzcátegui, quien es actualmente uno de los testigos clave del caso que lleva el Consejo Nacional Electoral por violación de los topes de financiamiento de la campaña Petro-Márquez.