Dios está por encima de todo

«En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: – «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.”¿0 qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrán salir al paso del que le ataca con veinte mil?» (Lucas 14,25-33)

Padre Elcías Trujillo Sánchez

En el Evangelio de hoy Jesús nos dice: “El que quiera venir conmigo, que cargue con su cruz y me siga”. Él nos promete el descanso y el alivio en nuestras tareas. Muchas veces hemos pensado que seguir a Cristo en serio, formar parte de sus seguidores de verdad es algo heroico y difícil; y es verdad, pero no del todo. La invitación que nos hace hoy a seguirle, nos recuerda que todo bautizado debe ser colaborador de Dios en su Reino. Ya en el bautismo recibimos la llamada personal de Dios, para participar en la redención del mundo y de los hombres. En el Evangelio de hoy, Jesús nos invita a entregarnos totalmente a su misión, de seguirle generosamente en su camino.

El Señor formula tres exigencias para los que le quieren seguir: 1ª Exigencia: “Si alguien se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.” A primera vista parece ser una exigencia extraña. Porque Dios mismo nos puso en el corazón el amor natural a los padres, a los seres queridos. Y todos sabemos y experimentamos – de forma positiva o negativa – cuán decisivo es el ambiente de la familia natural en el éxito o fracaso de la vida humana. Pero Jesús no se pronuncia contra este natural amor familiar. Pone en claro el criterio, cuando se trata de jerarquizar el amor y sus exigencias: Dios está por encima de todo. Las exigencias más nobles del amor humano pasan al segundo plano, cuando Cristo se hace presente con sus exigencias. También María y José tuvieron que experimentar esta contradicción. Fue cuando Jesús, a la edad de 12 años, por voluntad del Padre celestial se quedó en el templo, a pesar de ser buscado desesperadamente por sus padres. También cada uno de nosotros puede llegar, un día, a la situación de tener que renunciar a afectos familiares o amistosos, para poder obedecer a Dios, sin ninguna restricción. No raras veces se encuentran ante esta alternativa joven que sienten vocación religiosa. Tienen que tomar sus decisiones – en contra de la voluntad de sus padres, en contra de la opinión de sus familiares.

2ª Exigencia: “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío”. La disposición para sufrimiento y cruz en el camino del seguimiento, es otra exigencia del Señor. No debemos buscar el sufrimiento, pero tenemos que aceptarlo si nos es impuesto. Tenemos que abrazar la cruz, por amor a Jesús y a la voluntad de Dios-Padre. Jesucristo mismo también se enfrentó con esta dolorosa realidad humana, que afecta a todos y desconcierta a muchos. Su vida es un continuo sacrificio, un diario camino de cruz. Permanentemente se enfrentó con el sufrimiento, lo santificó, lo sublimó y nos dejó el mensaje consolador de que la cruz tiene un sentido altamente redentor. Tomemos, por eso, con fuerza y fidelidad nuestra cruz de cada día y sigámosle a Cristo.

3ª Exigencia: “El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”. Esta exigencia en realidad no es para todos los cristianos, sino sólo para aquellos que quieren entregarse enteramente y sin reservas al servicio del Señor: son aquellos que tienen vocación religiosa o de vida consagrada. Para los demás cristianos vale lo siguiente: tengo que renunciar a todo aquello que me impide o me dificulta ser un verdadero discípulo de Cristo. Nota: Septiembre es el mes de la Biblia, acerquémonos a ella y alimentemos nuestro espíritu.

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