«Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: — Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio. Pasando junto al lado de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: — Venid conmigo y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.» (Marcos 1,14-20)
Padre Elcías Trujillo Núñez
El pasado domingo, el Evangelio nos enfrentó con la exigencia fundamental de nuestra fe: el seguimiento de Cristo. Nos invitaba a no quedar admirando al Señor, sino a seguirlo y de verdad. El Evangelio de hoy nos presenta la vocación de los primeros cuatro discípulos, apóstoles seguidores de Jesús. Esto es para nosotros una clara invitación a reflexionar sobre nuestra propia vocación al seguimiento de Jesucristo. La vocación, el llamado de los apóstoles, nos muestra tres elementos: 1° La llamada de Jesús “venid conmigo”. 2° La respuesta de los llamados: “inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”. 3° La misión para la que son llamados: “yo os haré pescadores de hombres”.
Los judíos eligen a sus propios rabinos o maestros. Los discípulos de Jesús en cambio, no eligen, sino que son elegidos. Toda vocación es iniciativa de Dios, es elección por gracia, porque Dios elige a los que Él quiere. Pero esta llamada personal no se dirige sólo al grupo de los doce apóstoles o al círculo más amplio de los primeros discípulos de Cristo. Se dirige también a cada ser humano, sea hombre o mujer, sacerdote o laico, contemporáneo de Jesús o posterior a Él, se dirige a nosotros.
En nuestro bautismo fuimos llamados, por primera vez, a la imitación de Cristo. Y desde entonces, Dios repitió y renovó esta vocación muchas veces y de muchas maneras. Hoy Dios vuelve a dirigir su llamada a cada uno de nosotros. Pero, Dios espera una respuesta libre a su llamada: un compromiso de corazón y para toda la vida. De nosotros Dios espera una respuesta adecuada. Preguntémonos: ¿Estamos siempre abiertos y atentos a su llamamiento y exigencias? Cada día, de nuevo, tenemos que dar nuestra respuesta a la llamada de Dios, aun cuando no la entendamos, aun cuando nos cueste aceptarla. Y lo que más nos cuesta aceptar, en nuestra vida, son el sufrimiento y la cruz. Por eso, si nuestro seguimiento de Cristo es auténtico o no, se decide en la aceptación de nuestra cruz. Si rehusamos nuestra respuesta a esta llamada personal de Dios no se puede lograr nuestra vida cristiana.
Dios llama, para confiar una misión. Toda vocación lleva inherente una misión. Somos por Dios para una misión personal. Ella se distingue de la de los demás, según profesión y responsabilidad, carácter y talento, inclinaciones y posibilidades de cada uno. En los planes de Dios con este mundo, cada hombre tiene su valor y significado, y forma parte irremplazable del todo.
Para vivir fielmente nuestra vocación de ser seguidores de Cristo, hay que tomar el molde siempre nuevamente en Cristo. Así en los interrogantes y situaciones de nuestra vida, nos ponemos ante el Maestro y nos preguntamos: qué hizo Él y qué haría en una situación semejante. O miremos a la Santísima Virgen, que es la imagen ideal en la imitación de Cristo. O tomemos por modelo a los santos que realizaron la vida de Cristo en su tiempo.
Querido lector, animados por el ejemplo de los santos y acompañados por su intercesión encaminémonos hoy de nuevo a seguir al Señor en un encuentro personal e íntimo con Él. ¿Está dispuesto a responder a la invitación que le hace hoy el Señor a seguirlo? El compromiso es con Él, con Jesucristo…No le falle. Ánimo, Usted puede, Dios es su gran fuerza.
Nota: este domingo celebramos la Jornada Mundial de la Palabra de Dios.