El anuncio del Secretariado de las Farc de proscribir de sus filas, la horrenda práctica del secuestro de civiles con fines extorsivos económicos, no ha sido recibido con el optimismo ni el júbilo que seguramente esperaban los jefes guerrilleros al redactar su comunicado. El anuncio del Secretariado de las Farc de proscribir de sus filas, la horrenda práctica del secuestro de civiles con fines extorsivos económicos, no ha sido recibido con el optimismo ni el júbilo que seguramente esperaban los jefes guerrilleros al redactar su comunicado. El país y la comunidad internacional guardan las más severas reservas frente a una agrupación violenta que ha protagonizado los más execrables crímenes en contra de variados grupos humanos, por las más disímiles causas y motivos. Pero todo ello debería ser el mejor argumento para, sin echar campanas al vuelo por supuesto, darles un compás de espera y, en la misma medida en que se divulga la decisión, generar una fuerte presión para que así se cumpla. Empero, y sin caer en triunfalismos ni optimismos desbordados, el comunicado permite avizorar un pequeño paso hacia el probable camino de diálogos, que no sometimiento ni relajamiento del Estado. Por el contrario, es crear unas condiciones para superar el conflicto armado. Y en este esfuerzo debemos hacer causa común. Los expertos en los grandes conflictos nacionales en el mundo siempre recomiendan hacer ejercicios de lo que se denomina “pequeños logros”, con los cuales – sumados uno a uno – la intensidad de una guerra interna va perdiendo fuerza paulatina y, al final, las partes encuentran el ambiente y escenario adecuados para sentarse a discutir el fin de las hostilidades. Durante muchos años se ha exigido a las Farc este gesto de ayer: que dejen la pavorosa práctica del secuestro, incluyendo por supuesto la libertad de todos sus plagiados, civiles y uniformados, y que lo proscriban y lo destierren como parte esencial de su lucha armada. Así han dicho que lo harán. ¿Creemos o no? Más allá de ponderar la buena o mala fe del anuncio, sólo sabremos de su veracidad cuando pasen los días y semanas y el país no vuelva a tener noticias de secuestros a manos de esa guerrilla. Claro que, como el mismo comunicado del Secretariado lo advierte, la dificultad mayor será establecer la autoría de tantos secuestros que se registran en el país a nombre de las Farc. Y no puede soslayarse tampoco el benéfico efecto que la intención guerrillera tiene sobre la imagen del país. Durante muchos años hemos padecido el estigma de ocupar uno de los primeros lugares en las cifras de esta aberrante práctica de criminalidad. En la medida en que abramos el espacio a la esperanza de que se haga realidad el anuncio, el mundo podrá hacerse a la idea de que Colombia es otro país para invertir o visitar. Amanecerá y veremos.