Editorial – ¿Corrección o maltrato?

El caso del diputado huilense Orlando Ibagón y el posible maltrato a su hija menor, que corresponde a las autoridades competentes resolver en derecho El caso del diputado huilense Orlando Ibagón y el posible maltrato a su hija menor, que corresponde a las autoridades competentes resolver en derecho, sirve como excusa para reflexionar acerca de la complejidad de las relaciones entre padres e hijos, sobre todo los adolescentes, y los métodos adecuados para impartir la educación más importante: la de la familia. Lo que no debe llamarnos a dudas es que los castigos físicos están proscritos y prohibidos en la legislación nacional desde cuando los derechos de los niños pasaron a ser de superior nivel, y pueden conducir a sanciones administrativas y penales. El fuete, el palo, la chancleta o las nalgadas de mano abierta, o cualquiera otra forma física, sin considerar su grado de fuerza, no están permitidas como prácticas de corrección familiar, ni tampoco métodos emocionales que, en muchos casos, pueden ser más perjudiciales que el mismo golpe; dura lex sed lex definieron los romanos el apego a las normas, nos gusten o no, nos parezcan leves o duras o inadecuadas. Empero, la fría ley en papel suele no corresponder – en muchos casos – a los hechos concretos que están definidos allí, o no consultan con precisión la realidad, sin que no sea justo o indeseado el ideal que inspira su redacción. De ahí que los padres se enfrentan a diario con la disyuntiva de aplicar a sus hijos métodos parecidos a los que sus mayores, a su vez, emplearon para educarlos, convencidos de que tales formas fueron eficaces y efectivas tanto para inspirar el debido respeto como para templar el carácter y la personalidad del futuro adulto, en tanto que deben fijarse en que el Estado a través de la ley ha diseñado estrictas normas que no permiten tales procedimientos de fuerza. Sobre lo que no hay dudas hoy en el mundo científico, especialmente la sicología, es que existen muchas otras maneras de reprender y, sobre todo, educar, sin recurrir al castigo físico o emocional, pero igualmente está claro que el otro extremo tampoco es conveniente, es decir la sobre protección a la que algunos expertos califican como una forma de maltrato encubierta. El exceso de amor también es perjudicial para la salud emocional de los pequeños. Ahora bien, aquellos padres que alegan tener que recurrir al fuete por graves faltas de sus hijos (trampas, mentiras peligrosas, agresiones a otros, consumo de sustancias nocivas, etcétera), bien deberían reflexionar acerca de qué tan responsables son ellos mismos, y qué tan eficaz fue la educación y valores que les inculcaron a sus niños desde pequeños, para que estén cometiendo tales errores ahora. Con alta probabilidad, esos descarriados hijos adolescentes fueron niños mal orientados, desprotegidos, sobre protegidos o con un entorno sin valores sólidos para enfrentar el mundo. En el caso particular del diputado Ibagón, insistimos en que son las autoridades las que deben señalar el rumbo de ese desafortunado proceso pero abogamos porque, en últimas, el episodio sea una crisis de oportunidad para fortalecer a su familia.