Editorial – Crece el desierto

Uno de las maravillas naturales del Huila, símbolo anaranjado ante el mundo, lenta e imperceptiblemente se va convirtiendo en un verdadero peligro no sólo para la supervivencia Uno de las maravillas naturales del Huila, símbolo anaranjado ante el mundo, lenta e imperceptiblemente se va convirtiendo en un verdadero peligro no sólo para la supervivencia alimentaria sino en general para la vida en la región, debido a su acelerado crecimiento en el proceso conocido como desertificación. Este fenómeno, que consiste en la degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas resultante de diversos factores, tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas. En esas condiciones se encuentra el desierto de La Tatacoa, como lo acaba de advertir el Ideam al entregar un completo estudio acerca de estos procesos naturales en todo el país.  Aunque el caso del Huila no es dramático ni debería llamar a grandes alarmas, considerando que el mapa expuesto por el Ideam muestra zonas mucho más amplias en el norte costero del país, en ningún caso se pueden soslayar ni reducir a reuniones esporádicas las posibles acciones para prevenir mayores afectaciones o daños en el inmediato futuro. La desertificación es un asunto tan serio que en la ONU se expidió la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, en 1994 para tomar medidas en todos los países que tienen estos riesgos, que afectan de manera directa las provisiones de aguas, tierras aptas para el cultivo e incluso la habitabilidad humana. Y no es ningún secreto que las consecuencias del cambio climático, aumentan la amenaza de ampliar el área actual degradada o de intensificar los niveles de gravedad de la desertificación, lo que conlleva a repercusiones negativas en la oferta natural y en los sistemas socioeconómicos de cada región impactada, es lo que advierten los expertos. Lo que nos dice el Ideam es que en Colombia el área afectada por desertificación tiene un cubrimiento de 193.000 kilómetros cuadrados,  los cuales corresponden con casi el 17 por ciento del territorio nacional. Y en el caso del Huila se detallan unos 18.000 kilómetros cuadrados. Aunque el porcentaje de tierras afectadas por la desertificación es muy baja en el país, y más aún al compararlo con el de otros países latinoamericanos – Colombia ocupa el cuarto lugar de nueve países con desertificación en América Latina – la localización de los principales polos de desarrollo del país y la manifestación de procesos de fenómenos climáticos adversos en estas áreas, no deja de ser una señal de alarma justificada.  Y como lo refuerzan los expertos, no se trata de dejar para mañana las acciones a seguir para evitar el crecimiento de estas tierras que prácticamente mueren para toda actividad productiva. Se trata de un asunto que nos compete a todos, con el liderazgo de las respectivas autoridades.

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