Editorial – Ejemplar sanción

La fuerte sanción impuesta por la Procuraduría General de la Nación contra el senador Eduardo Carlos Merlano Morales La fuerte sanción impuesta por la Procuraduría General de la Nación contra el senador Eduardo Carlos Merlano Morales, destituyéndolo de su curul e inhabilitándolo para ocupar cargos públicos por 10 años, es quizá el más fuerte llamado de atención a todos aquellos que, hasta hoy, han hecho alarde de sus cargos, apellidos, posición social o económica para exigir, de manera abusiva e ilegal, que se les trate de manera diferencial que al resto de colombianos. El mensaje público que lanza la Procuraduría es claro frente al reprochable tráfico de influencias al que están acostumbrados los servidores públicos y personajes con algún poder. Seguramente a algunos de aquellos mismos supuestos privilegiados les parecerá excesiva la sanción impuesta al senador Merlano, por haber influido en miembros de la Policía de Barranquilla, que efectuaron un procedimiento en un puesto de alcoholemia, como en funcionarios del Centro Automático de Despacho, valiéndose de la investidura de Senador, para que no se continuara con el procedimiento de inmovilización del vehículo. Algunos querrán que este irritante y desigual statu quo permanezca, que las investiduras, los cargos, la plata o el apellido sigan siendo signo de “distinción”; que ciertos personajes gocen de la virtud de no hacer filas o pasar impunemente por los retenes, pero va siendo hora de que los postulados esenciales de la igualdad y la no discriminación imperen en este país, ciertamente tan desigual en ingresos. Dice la Procuraduría, con acierto, que la falta cometida por el senador Merlano afectó el deber funcional sin que se haya demostrado causal alguna de justificación; su comportamiento estuvo en contravía de los principios que rigen la función pública, como el influir en otros servidores públicos acudiendo a su investidura, haciendo que principios como la moralidad pública, la imparcialidad, la transparencia y la neutralidad se hayan visto seriamente afectados. La falta fue calificada como gravísima por tratarse de una de las tantas formas de indebida influencia establecidas por el legislador, a título de dolo. Con toda seguridad el hoy ex senador Merlano jamás imaginó que una conducta de esa naturaleza, repetida tantas veces por cientos o miles de personajes en el país, le podría costar la curul obtenida no con 50 mil votos, como les enrostró a los disciplinados policiales que lo requirieron, sino con menos de 40 mil. Que la lección, y la severidad de la Procuraduría, no se quede sólo en el caso Merlano, por su notoriedad de Senador, sino que se extienda a todos los ámbitos nacionales y locales, donde estas conductas se vuelven más recurrentes, para dar ejemplo de igualdad ante la ley.