Con toda emoción, regocijo y felicidad, pero a la vez escepticismo debe recibirse el anuncio hecho las Farc de liberar a los diez policías y militares secuestrados y, de fondo, su decisión de renunciar al secuestro extorsivo de civiles Con toda emoción, regocijo y felicidad, pero a la vez escepticismo debe recibirse el anuncio hecho las Farc de liberar a los diez policías y militares secuestrados y, de fondo, su decisión de renunciar al secuestro extorsivo de civiles con fines financieros y proscribir esta práctica dentro de sus filas. Terminarán, de cumplirse el anuncio, el suplicio y la tortura de diez abnegados servidores de la patria y de sus familias, algunos de ellos con más de 14 años sometidos al escarnio y a un oprobioso modelo de esclavitud moderna. Y si fuere cierto, porque los antecedentes de las Farc invitan más al escepticismo, el fin de la horrenda práctica. Es un paso significativo que debe valorarse para avanzar hacia la posibilidad de una negociación que ponga fin, de una vez por todas, al conflicto armado interno. Aunque no será fácil, la agenda de la negociación, como solución política, debe estar abierta. Hasta no ver no creer, pero deberemos apelar a lo poco que queda de esperanza y fe en las familias de las víctimas para rodearlas de optimismo y abogar para que estos anuncios se cumplan. Pero además que desaparezca como estrategia de guerra. El secuestro, que siempre será extorsivo por fines económicos o políticos tiene las más escalofriantes cifras en el país en los últimos 30 años. Sólo entre 1996 y 2008, según País Libre, en Colombia fueron secuestradas 23.854 personas, esto es más que la población total de muchos municipios colombianos. De ellos 579 en el departamento del Huila. Lo que debe anotarse también, y que no permite alabar en su totalidad el anuncio de la guerrilla, es que se refieren únicamente al secuestro de civiles con fines financieros; es decir que queda latente la posibilidad de plagio de más policías y militares. Lo anterior no obsta para, manteniendo la prudencia, señalar que si las Farc cumplen su palabra, Colombia entrará en una senda completamente distinta ante el mundo. Muchas de las prevenciones del exterior, y culpable de nuestra maltrecha imagen, provienen del temor a un secuestro a manos de guerrilleros en alguna carretera. El país ha perdido numerosas oportunidades de mejor desarrollo y progreso por el miedo, real y no infundado, al rapto; situación más palpable aún en regiones como el Huila, Caquetá y Putumayo, en donde el grueso de los secuestros lo ha sido a manos de las Farc. No echaremos campanas al vuelo ni podremos cantar con alegría aún, pero sí resulta aleccionador que “Timoshenko” y su gente reconozcan el enorme daño causado a la sociedad colombiana y empiecen a enderezar el torcido camino de la violencia en una de sus peores manifestaciones. DESTACADO “Es un paso significativo que debe valorarse para avanzar hacia la posibilidad de una negociación que ponga fin, de una vez por todas, al conflicto armado interno. Aunque no será fácil, la agenda de la negociación, como solución política, debe estar abierta”. Editorialito El atentado terrorista perpetrado en la madrugada de ayer en Neiva revive la preocupación por la persistencia de redes de extorsionistas interesados en generar temor. Las autoridades tienen la obligación de encontrar a los responsables. La comunidad tiene el deber de colaborar para localizar a los autores materiales e intelectuales.