El ataque de las Farc en Arauca, que dejó once militares muertos y dos más heridos, constituye el más grave revés que se haya perpetrado este año contra la Fuerza Pública. El ataque de las Farc en Arauca, que dejó once militares muertos y dos más heridos, constituye el más grave revés que se haya perpetrado este año contra la Fuerza Pública. Aunque se trató de un “error táctico”, como lo admitió el propio comandante del Ejército y lo ratificó ayer el presidente Juan Manuel Santos, el ataque no fue esporádico ni aislado. La acción armada hace parte de un plan de la guerrilla para demostrar que pese a los duros golpes que ha recibido siguen vivas y que el conflicto armado sigue latente. Es la estrategia que adoptaron las Farc para atacar en pequeños grupos, con el apoyo de estructuras de milicianos y perpetrar inesperados actos de terrorismo como ha ocurrido este año contra caravanas en Caquetá. El ataque coincidió con la difusión de un comunicado de en el que se declaró lista para la anunciada liberación de 10 uniformados secuestrados pero condicionó la entrega a que el gobierno permita que un grupo de personalidades visite a sus guerrilleros presos. Esta el doble discurso que ha manejado. El acto unilateral de liberar a los secuestrados, como ha ocurrido en otros casos, van acompañados de actos de guerra. Pareciera que las Farc buscan recuperar la iniciativa militar en algunas zonas, especialmente en Arauca, Caquetá, Huila, Putumayo, Nariño y Cauca, donde se sienten fortalecidas. No será una fase decisiva de la guerra, sino otro momento de intensificación que multiplicará el dolor de la población civil, la principal víctima. Y revivir las demandas y movilizaciones a favor de los acuerdos humanitarios y las negociaciones de paz en plena campaña electoral que ya despegaron. En otras palabras, presionar mediante la acción militar la apertura de espacios políticos. Hay una clara intencionalidad de revivir la confrontación y escalar la guerra. Y lo están demostrando. Es lógico que las Farc presionarán una eventual aproximación con el Gobierno, como lo han reiterado en los últimos comunicados, pero no en cualquier precio. Y menos en un diálogo basado en su rendición. Es el lenguaje de las Farc. Y no es que el gobierno haya bajado la guardia, como lo insinúan algunos sectores recalcitrantes. El propio presidente Santos lo advirtió que en sólo Arauca se han evitado más de 247 ataques terroristas. La Fuerza Pública está actuando y golpeando a la subversión en todo el país. Y no sólo con bajas. Con capturas, destrucción de redes de apoyo, decomiso de material bélico y judicialización. Pero también ha presionado la desmovilización de numerosos guerrilleros, en muchas regiones del país, lo que representa un golpe sicológico a la propia guerrilla. Aunque se trate de un error de procedimiento, como lo señaló el Jefe del Estado, el ataque indiscriminado lanzado contra tropas del Batallón Energético, es repudiable y merece el rechazo nacional. Once soldados regulares, que prestan el servicio militar obligatorio fueron masacrados sin compasión. Once familias más que se suman a la tragedia, como las otras diez que esperan, en la incertidumbre, la liberación de los uniformados en poder de los secuestrados desde hace doce años.