La cumbre de desarrollo sostenible Rio+20 culminó con la aprobación de un modesto plan para avanzar hacia una “economía verde” La cumbre de desarrollo sostenible Rio+20 culminó con la aprobación de un modesto plan para avanzar hacia una “economía verde” que frene la degradación del medio ambiente y combata la pobreza. Sin embargo, el acuerdo final fue fuertemente criticado por falta de metas vinculantes y financiamiento. El documento no profundizó en las sensibilidades y ciertamente no servirá de mucho para que la comunidad internacional reaccione con vigor ante el deterioro natural del planeta. La conferencia concluyó con un plan de 53 páginas titulado “El futuro que queremos”, duramente criticado por ecologistas, organizaciones sociales, y hasta delegaciones de los gobiernos que lo consideraron poco ambicioso. Por eso los cuestionamientos. El plan define grandes prioridades del planeta como el combate a la pobreza y el hambre, la protección de los bosques, los océanos y la biodiversidad y la necesidad de alcanzar una agricultura y energía sostenibles pero no definió metas precisas. El documento final subrayó las principales amenazas del planeta: desertificación, agotamiento de los recursos pesqueros, contaminación, deforestación, extinción de miles de especies y calentamiento climático, catalogado como “uno de los principales desafíos de nuestro tiempo”. Sin embargo no adoptó medidas contundentes para enfrentarlas. Fue un documento gaseoso. Los líderes y representantes de 191 países, reunidos durante 10 días no fueron capaces de dar respuestas contundentes a las demandas de buena parte de la sociedad: de momento no habrá nuevos mecanismos de financiación para políticas de desarrollo sostenible, ni un acuerdo para crear una agencia que sea el brazo medioambiental de la ONU ni nuevos pasos al frente en la protección de los océanos, ni la decisión de eliminar los subsidios a los combustibles fósiles o medidas que contribuyan a la erradicación de la pobreza en el mundo. La cumbre acogió la propuesta colombiana para adoptar Objetivos de Desarrollo Sostenible que midan los avances sociales y ambientales de los países, y que reemplazarían a los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU cuando éstos expiren en 2015. Sin embargo no definió metas precisas, ni recursos. Por eso la frustración. El acuerdo impulsa una tímida transición hacia una “economía verde”, un concepto promovido por los europeos, pero criticado por varios países en desarrollo y activistas, que temen que represente la mercantilización de la naturaleza y promueva el proteccionismo en detrimento de las naciones pobres. Desde ahora la prioridad máxima del mundo será la erradicación de la pobreza, y un cambio de los patrones de consumo y producción que sean viables para el planeta que tendrá 9.000 millones de habitantes en el 2050. “Rio+20 ha sido un fracaso de proporciones épicas”, señaló con mucha razón Kumi Naidoo, de Greenpeace Internacional, uno de los activistas de la Cumbre de los Pueblos. Por ahora, como lo han expresado expertos, las propuestas sustentadas por Colombia e incluidas en la declaración final, deberían ser el punto de partida para implementarlas en el país. Ese sería el primer paso para aplicarlas en el país, seriamente afectado por la degradación ambiental.