Editorial – Lara Bonilla en el olvido

En dos años se cumplirá la tercera década del magnicidio del ex ministro Rodrigo Lara Bonilla que determinó el antes y el después de Colombia en materia de su mayor flagelo histórico reciente, el narcotráfico En dos años se cumplirá la tercera década del magnicidio del ex ministro Rodrigo Lara Bonilla que determinó el antes y el después de Colombia en materia de su mayor flagelo histórico reciente, el narcotráfico. El lunes pasado su familia y algunos pocos amigos conmemoraron el aniversario 28 de una de las fechas más luctuosas para el departamento del Huila y el país, cuando las grandes mafias de la cocaína y de la corrupción determinaron que los asuntos de política criminal se resolverían a física bala. El asesinato de Lara Bonilla concentró en los pocos segundos de su ejecución buena parte de los males de Colombia que, hasta ese momento, permanecían aislados. El sicariato, el poder real de las mafias, la penetración de los “dineros calientes” y sucios – como el mismo Ministro los llamaba – y la inexistencia de límites a los que tenían que llegar para mantener sus negocios de exorbitantes ganancias. Y, sobre todo, la patente debilidad del Estado para enfrentarlos, someterlos o destruir su entramado de corrupción y crimen. Y ahora, 28 años después, su memoria pareciera estar en un leve e imperceptible abandono, quizá como “El olvido que seremos” que retrató de su padre el escritor Héctor Abad Faciolince. El mayor peso de este abandono histórico de una figura que debiera ser constante ejemplo de dignidad, decoro, valor y honor, nos cabe a todos como sociedad nacional; a sus dirigentes en los altos cargos del país y regionales, a los medios de comunicación que omitimos mejores reseñas de la vigencia de su legado, a muchos de sus amigos de brega política que poco a poco, de uno en uno, fueron esparciéndose en muchos espacios que el mismo Lara Bonilla despreciaba, y a su familia que, con contadas excepciones, ha ido sumándose a este olvido general. Sobran los nombres “Lara Bonilla” de sitios públicos y privados en el Huila y el país pero faltan hechos concretos –  intelectuales, académicos y políticos – que le den real lumbre a su memoria y hagan verdadero homenaje a lo que él nos enseñó a todos los colombianos y al mundo. Ya ni siquiera la Orden Rodrigo Lara Bonilla, entregada en años pasados a portentosas figuras nacionales e internacionales, se incluye en los actos conmemorativos, incumpliendo una ordenanza que sigue vigente. El anterior gobierno departamental marcó el pésimo antecedente que se repitió esta vez. Estos han sido los únicos años en que la distinción, creada para honrar su memoria, no ha sido conferida por improvisación e inoperancia del Consejo de la Orden, que debe replantearse. Igual ocurrió con el concurso de Investigación Jurídica. Y tampoco sabemos qué avances ha habido en torno a la investigación en búsqueda de otros autores intelectuales del magnicidio que, en julio de 2011, fue declarado como de lesa humanidad por parte de la Fiscalía pero nueve meses después no ha habido ninguna decisión de impacto. Rodrigo Lara Bonilla, a revivir toda su memoria y herencia histórica.