Editorial – Paz y región

Las mesas regionales de paz, impulsadas por el Congreso con el acompañamiento de Naciones Unidas constituyen Las mesas regionales de paz, impulsadas por el Congreso con el acompañamiento de Naciones Unidas constituyen, sin duda escenarios propicios para que la sociedad civil, víctima principal del conflicto armado, pueda expresar sus expectativas frente a las negociaciones que el Gobierno y las Farc reanudarán esta semana en La Habana, Cuba. Pero además, sus aspiraciones en términos de verdad, justicia y reparación en caso de un eventual acuerdo y el nuevo escenario para enfrentar las causas que han engendrado el conflicto armado. Los debates regionales promovidos por la Comisión de Paz del Congreso, presidido por el senador huilense Jorge Eduardo Géchem, se han venido realizando con la participación de las autoridades locales, víctimas del conflicto, representantes de la sociedad civil, delegados de las universidades y las organizaciones sociales. Y han servido para examinar el marco legal y jurídico de la negociación, los beneficios a las víctimas y la reinserción a la vida social y política de los desmovilizados. Pero la meta debe ir más allá. No es sólo los beneficios para quienes dejen las armas y regresen a la vida civil. El eventual desarme pone fin al conflicto pero no acaba con los factores que han engendrado la guerra. Es un paso definitivo pero no significa la paz. La mesa prevista para el 14 y 15 de noviembre en Florencia, Caquetá, con la participación de cinco departamentos entre ellos Huila, Vaupés, Vichada y Amazonas, debe trascender más allá de las garantías para la participación política de desmovilizados. La paz no se construye sólo con un acuerdo entre el gobierno y los grupos armados, ni se agota en una negociación entre las partes. La terminación del conflicto es apenas la antesala de la paz, como lo expresó el jefe negociador Humberto De la Calle. La paz no es solamente el fin de la confrontación armada, sino que también implica la solución de los problemas estructurales -y por lo tanto territoriales-que han generado la confrontación armada. La paz hay que construirla con otra lógica, hay que cimentarla desde lo local y regional, desde la sociedad civil, desde las víctimas. Siendo Colombia un país de regiones, multiétnico, pluricultural y diverso, con problemáticas distintas, la paz debe construirse desde esa realidad. Y a la hora de las decisiones, la voz de las regiones debe marcar la ruta. La prosperidad-como dijo el ministro del Interior, Fernando Carrillo, se escribe con la P de la paz. Y la paz se construye enfrentando los factores que han estimulado la guerra. Y en este campo, las regiones, las principales víctimas, no pueden ser invitadas de piedra.

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