Editorial – Resurgir de Algeciras

Si hay un municipio del Huila que requiere el concurso de todos para resurgir, volver por sus buenos tiempos y darles a sus habitantes motivos de orgullo es Algeciras. Si hay un municipio del Huila que requiere el concurso de todos para resurgir, volver por sus buenos tiempos y darles a sus habitantes motivos de orgullo es Algeciras. Hace menos de 20 años era la gran despensa agrícola del departamento, epicentro de actividades comerciales de gran movimiento, cuna de grandes líderes y con imparable camino hacia el progreso. Pero el momento que vive hoy Algeciras no es menos malo que el que empezó a padecer cuando la espiral de la violencia empezó a carcomer cada uno de sus cimientos institucionales, de sus estructuras urbanas y de la tranquilidad de sus miles de campesinos. Algeciras ha pagado el costo más alto que cualquiera otra población del país por obra y gracia de su vecindad con lo que fue en su momento la esperanza y el sueño de la paz y se convirtió en la gran pesadilla nacional: la zona de despeje. Quizá se pueda considerar como el nefasto punto de quiebre de la historia de Algeciras la atroz, aleve y horrorosa tragedia por el vil asesinato de los seis niños patrulleritos en noviembre de 1990, justamente a manos de quienes, a partir  de esa fecha luctuosa y de dolor nacional, se convirtieron en los verdugos insanos de esta población, pujante y productiva que, a partir de ese momento, empezó a declinar y a convertirse en el punto más negro del Huila en el conflicto interno. Y ahora, como si sus males no fueran suficientes con el azote de los insensibles señores de las Farc, numerosos sitios rurales padecen los rigores del invierno, una y otra vez, sin que las pocas acciones estatales mitiguen los incontables daños. Como lo relata LA NACIÓN a la vista están puentes que llevan más de tres años destruidos, vías colapsadas y viviendas sin reconstruir ante la indiferencia y el olvido. En los últimos cuatro años el crudo invierno ha destruido más de 100 viviendas, 10 puentes y ha hecho colapsar a más del 90 por ciento de las vías terciarias de la región. La ola invernal en los recientes tres años ha dejado más de 1.100 familias damnificadas, la avalancha del domingo pasado en la vereda El Paraíso dejó un muerto y el jueves el puente en la vía Paraíso-Balsillas, fue arrasado por el río Neiva. La improvisación en la atención social de cada emergencia sigue reinado. No existen planes de contingencia que trazara líneas de acción inmediata para recuperar la infraestructura afectada. Tampoco análisis de riesgo para identificar la mitigabilidad y prevenir nuevas tragedias. Las vías, únicos medios para movilizar productos hacia el Huila y otras regiones, siguen destrozadas y en total abandono. También los puentes, los alcantarillados, las viviendas y escuelas no han sido reparadas. Pero la furia de los violentos y el poder incontrolable de la naturaleza no harán más daño que la indolencia del resto de huilenses. El resurgir de Algeciras debe ser un propósito regional. Y debe comenzar por atender las secuelas de las emergencias.