Con paso firme inició su corto periodo, el gobernador encargado Julio César Triana. No sólo ajustó su equipo para imprimirle una nueva dinámica en este proceso de transición Con paso firme inició su corto periodo, el gobernador encargado Julio César Triana. No sólo ajustó su equipo para imprimirle una nueva dinámica en este proceso de transición, sino que le impuso un nuevo ritmo para retomar el rumbo y enfrentar la parálisis que se venía registrando. Pero adicionalmente inició diálogos directos con gremios y diputados, con dirigentes de todas las tendencias, con las autoridades encargadas del manejo del orden público, para avanzar en la ejecución del Plan de Desarrollo que sigue rezagado. Por eso su nombramiento generó esta semana un respiro en medio de la interinidad que mantiene al departamento en un preocupante estancamiento. Los grandes temas de proyección estratégica, así como los acuerdos sociales pactados con las comunidades y autoridades locales quedaron a la deriva, generando desconfianza. La ausencia de confiabilidad genera incertidumbre y esta a su vez parálisis. La interinidad ha comenzado a generar traumatismos en el funcionamiento y venía aplazando las prioridades. Los niveles de inversión no han cumplido todavía las expectativas con todos los efectos en la economía regional y la ejecución presupuestal no supera las metas de otros años. Y lo más preocupante: convocadas las elecciones, decisión que no puede prolongarse, entrará en vigencia la Ley de Garantías, que frenará con seguridad muchos procesos. Triana debe asumir su condición de líder antes que de jefe. La autoridad, más que un privilegio de mando, es una oportunidad de servicio. Y es en este escenario donde debe destacarse para reorientar el rumbo. Administrar supone más que una eficaz y eficiente realización de las funciones administrativas, el liderazgo para generar gobernabilidad y construir confianza social e institucional. Ese es su gran desafío. Si bien los partidos son agentes esenciales de la democracia, no pueden convertirse en obstáculos para frenar las posibilidades. Le tocará en esta esta etapa orientar el debate comicial, y ser garante. Su liderazgo debe trascender las intrigas partidistas y evitar con grandeza, una innecesaria polarización. Por ahora, levantó con gran tino la unidad regional, como una bandera, que deberá izar, con la misma visión, quien resulte ganador en los comicios atípicos. La gestión del desarrollo dejó de ser un problema exclusivo de los gobernantes. Hoy, la gobernabilidad exige otra visión del desarrollo como un proceso articulado, participativo y de largo plazo, que trasciende el período de las administraciones, que por su misma naturaleza son transitorias. Y exige, por supuesto, construir consensos. “La confianza – como aseguró Simón Bolívar- ha de darnos la paz. No basta la buena fe, es preciso mostrarla, porque los hombres siempre ven y pocas veces piensan”.