La puerta de la paz que se ha abierto entre el Gobierno Nacional y las Farc han provocado, como era natural, numerosos interrogantes en torno a ciertos temas que ese grupo guerrillero tiene pendientes con el país y que serán, La puerta de la paz que se ha abierto entre el Gobierno Nacional y las Farc han provocado, como era natural, numerosos interrogantes en torno a ciertos temas que ese grupo guerrillero tiene pendientes con el país y que serán, seguramente, objeto de debate y cuestionamientos tanto dentro del proceso como hacia afuera. Y dos aspectos relevantes tienen que ver con los secuestrados que esa agrupación ha tenido, tiene o tuvo en su poder y no han regresado con sus familias, y el reclutamiento forzado de menores de edad a sus filas. Hay dolorosos casos de personas que cayeron en manos de sus secuestradores hace diez o más años, que sus parientes contactaron a las Farc y éstos reconocieron tenerlos, que han pagado rescates, que han recibido pruebas de vida, que han negociado su devolución, pero que hoy no encuentran respuesta de los captores. Claro, no sólo las Farc secuestran. También otros grupos guerrilleros, paramilitares y delincuentes comunes, muchos de los cuales actúan a nombre de las Farc. Según algunas fuentes existe un registro de 154 personas que siguen secuestrados, en tanto que entre otras cosas, las Farc continúan reclutando niños y niñas, en tanto que otras instituciones como País Libre, la Fundación que ha luchado contra este terrible flagelo, afirma que son cerca de 500 víctimas y un consolidado de los recientes 20 años deja la terrorífica cifra de más de 3.000 mil personas reportadas como secuestradas. De otro lado, la Defensoría del Pueblo ha lanzado una alerta temprana para denunciar que guerrilleros de los frentes 16 y 44 se han tomado colegios en los departamentos de Guainía y Vichada en 23 poblaciones para reclutar menores. Al lado de los plagios, el reclutamiento de niños es el asunto más grave al que tendrán que enfrentarse los líderes de ese movimiento armado cuando pongan la cara, o dentro de las discusiones con el Gobierno o cuando se enfrenten a un país que no solo les reclama desmovilización sino también verdad y justicia. De eso se trata, de generar ambientes propicios para la convivencia, para sellar las heridas de medio siglo de confrontación armada, que siguen abiertas. Son los efectos de un conflicto, degradado con el paso de los años. Una cosa es que haya un inmejorable ambiente de optimismo frente a los posibles resultados de los diálogos, y otra que los colombianos olviden de buenas a primeras el sinnúmero de atrocidades cometidas por las Farc. Que este ambiente favorable se mantenga dependerá, en buena parte, de que los guerrilleros demuestren sinceridad, tengan gestos de reconciliación y vayan asumiendo sus responsabilidades ante Colombia.