En medio de una cascada de telenovelas, seriados, libros, películas y documentales con que nos están atiborrando a los colombianos, alrededor de la vida y obra de los más tenebrosos criminales de la historia nacional, es necesario hacer un ligero repaso a la verdadera estampa de tales delincuentes de la peor laya, para que las nuevas generaciones no asuman, equivocadamente, que esos son los personajes de mostrar y ejemplos a seguir. Es doloroso que la farándula nacional esté ahora llena de dramatizaciones de las tragedias nacionales, y que los peores individuos con que se pobló esta tierra sean ahora los protagonistas de los momentos de relajo y divertimiento de los colombianos.
Ayer hace 20 años que el mundo recibió la esperada noticia de la caída, por la represión oficial y legítima, del más famoso capo de los capos de la mafia latinoamericana, y uno de los más reconocidos en el planeta, Pablo Emilio Escobar Gaviria. Aunque suene insólito, Escobar fue un político, empresario y, en el 99 por ciento restante de su vida adulta, narcotraficante, fundador y líder del Cartel de Medellín, con el que llegó a ser el hombre más poderoso de la mafia colombiana. Fue representante a la Cámara suplente para el Congreso de la República de Colombia por Antioquia en 1982.
Con el comercio de cocaína amasó una de las fortunas más grandes del mundo. Su riqueza llegó a estar avaluada por la revista Forbes entre los 9.000 y 15.000 millones de dólares de la época. Se le vincula a por lo menos 10 mil asesinatos, aunque uno de sus principales lugartenientes del terror, alias ‘Popeye’, lo vincula a más de 5.000. En medio de la sangrienta guerra que lo enfrentó al Estado desde 1984, fue responsable de innumerables actos de terrorismo entre ellos, la colocación de más de 250 bombas y varias decenas de masacres que dejaron un saldo de 1.142 civiles muertos, sin contar las miles de víctimas colaterales. Se le señala como principal instigador, a punta de premios en dinero, del asesinato de 657 policías entre 1989 y 1993, y de un feroz enfrentamiento con el Cartel de Cali, los paramilitares del Magdalena Medio y finalmente la banda conocida como Los Pepes.
Pablo Escobar, este ejemplo del mal, se convirtió en el criminal más buscado del mundo en los años 90. Tras escapar de la cárcel La Catedral, en un episodio rocambolesco, en julio de 1992, el gobierno de Colombia destinó unos 4.000 efectivos y enormes recursos económicos para conformar el Bloque de Búsqueda y recapturarlo. Luego de 17 meses de intenso rastreo, con el respaldo de grupos de inteligencia norteamericanos y de ‘Los Pepes’ fue localizado en un barrio de Medellín, y abatido en un tiroteo el 2 de diciembre de 1993. Ese fue el verdadero criminal y así debe ser recordado.
“Pablo Escobar, este ejemplo del mal, se convirtió en el criminal más buscado del mundo en los años 90”.
Editorialito
Excelente que Neiva cuente a partir de hoy con una sede de La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Sin duda, será otro organismo nacional que ejercerá veeduría en materia de protección en una zona duramente afectada por el conflicto armado.