Alicia Gutiérrez, artesana huilense, relata cómo aprendió desde muy pequeña a realizar sombreros de pindo, un producto autóctono del Huila con un alto valor cultural.
Laura Cortés Lamilla
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En la calurosa capital huilense, a pocos metros del Río Magdalena, sentada frente a la avenida Circunvalar y con una máquina de coser, se encuentra todos los días Alicia Gutiérrez Jara, una artesana opita que ha dedicado gran parte de su vida a realizar y comercializar sombreros de pindo, una labor que considera un arte y una tradición de familia.
La venta de sombreros era la principal actividad económica de la familia de Alicia. A temprana edad, ella y sus hermanos aprendieron de su madre el arte de confeccionarlos. Mientras sus hermanos se encargaban de hacer la copa y el ala del sombrero, la labor de Alicia consistía en poner los toques finales, tales como el tafilete (pedazo de tela que ayuda a controlar el sudor de la cabeza) y la cinta que rodea la copa del sombrero. Semanalmente realizaban una producción de 20 o 30 docenas y estos se comercializaban en Tello, Baraya, Colombia, Gigante, Garzón y otros municipios del Huila.
“Los fines de semana, cuando terminaba mi jornada escolar, llegaba a la casa el sábado y veía a mi mamá y a mis hermanos hacer los sombreros, ellos los dejaban casi listos y mi labor era colocarle el tafilete y la cinta. Pero cuando estábamos alcanzados de trabajo, me tocaba ayudar a sacar el ala también”, afirmó Alicia.
En un comienzo, Alicia no sentía afinidad con el negocio de su familia, prefería dedicar más tiempo a sus estudios que a elaborar sombreros. En su época de juventud, por un tiempo, dejó atrás este trabajo y decidió estudiar matemáticas y física en la universidad, sin embargo, con el pasar del tiempo, se le presentó la oportunidad de viajar a varias ciudades de Colombia y pudo conocer los diferentes tipos de sombreros provenientes del Valle del Cauca, Santander, Nariño y otras regiones del país. Y fue realizando esa actividad que quiso traerlos al Huila para venderlos.
De esta manera, su vida se fue encaminando nuevamente a retomar el arte que aprendió en su casa. “A mí no me gustaba hacer esto al comienzo, pero este arte yo lo aprendí en mi casa, mirando las manos de mi mamá y cogiendo la máquina. Actualmente esto me sirve para defenderme, con el tiempo le agarré cariño porque cada vez que hago sombreros me acuerdo de mi mamá”, aseguró la artesana.
¿Cómo se hacen?
Para que las manos de Alicia comiencen a elaborar los sombreros, las hojas de la palma de pindo deben atravesar por un largo proceso. “Cuando se bajan las hojas de la planta, estas deben ponerse al sol por lo menos un mes, para que se sequen bien. Luego, con pedazos de esas hojas, se hacen trenzas aplicando varias clases de tejidos: anchos, delgados y finos”, explica Alicia.
Una vez las trenzas están hechas, Alicia debe cocinarlas utilizando un químico especial para obtener el color característico de los sombreros de pindo. Posteriormente, se ponen a secar al sol y, ahí sí, se empiezan a elaborar los sombreros. Es importante recalcar que antes de pasar las trenzas por la máquina de coser, se debe tomar la medidas de la cabeza del cliente para empezar a confeccionar la copa del sombrero.
Clientes de Alicia
Los principales clientes de Alicia son los campesinos, quienes durante sus labores en los cafetales, arrozales o con el manejo del ganado, necesitan resguardarse del sol. “Estoy contribuyendo al bienestar de otras personas porque es un artículo de primera necesidad, sobre todo para las personas que trabajan en el campo, que es donde más me compran los sombreros”.
Así mismo, el sombrero de pindo es un artículo bastante usado por estas fechas de fiestas de San Pedro, pues es el tipo de sombrero que también se utiliza para bailar Sanjuanero Huilense. “Tengo clientes bailarines que me piden que el ala de los sombreros sea doblada para que la señorita pueda engarzar su dedo y halar para hacer uno de los pasos del baile”.