No puede pasar desapercibido ni ignorado el atentado terrorista que sacudió el fin de semana pasado al municipio de Hobo, en el centro del Huila, dentro de la ola de ‘bombazos’ que sacude al comercio organizado del departamento para presionar el pago de extorsiones por parte de disidentes de las Farc y grupos delincuenciales.
Tal como se informó en estas páginas, la acción terrorista se presentó en la estación de gasolina El Molino, cuando dos jóvenes arribaron al lugar en una motocicleta y encendieron un artefacto improvisado que explotó luego de varios segundos. El episodio quedó registrado en una cámara de seguridad, a través de la cual se ve que el parrillero realiza una maniobra y se agacha para colocar al lado del surtidor el elemento detonador. Tras encenderlo emprenden la huida y al pasar 18 segundos explota generando pánico en el sector y ocasionando daños materiales por la onda expansiva.
Deben las autoridades investigar con diligencia los hechos que rodearon la activación de este artefacto explosivo para establecer con exactitud si quienes están detrás de él son delincuentes comunes o disidentes de las Farc al mando de ‘Iván Mordisco’.
Lamentablemente, el departamento del Huila pasa por uno de sus peores momentos en materia de seguridad, con lo que ello implica. Cada extorsión representa un golpe al desarrollo regional y cada ‘bombazo’ significa un menoscabo a la imagen del departamento. Cuando la inseguridad reina en una región y los grupos ilegalmente armados empiezan a hacer de las suyas, la intranquilidad se apodera de la ciudadanía, el desempleo prolifera, las inversiones caen y el turismo se marchita.
Por eso, es clave que la Policía, el Ejército, la Fiscalía y demás organismos de seguridad del Estado actúen pronta y contundentemente cada vez que se denuncia o se consuma un hecho delictivo o de alteración del orden público en el Huila.