Ésta frase, tan contundente por demás, cada día se posiciona en la mente de los huilenses con mayor ahínco. Y es que enmarca una práctica conceptual, verdadera y necesaria, a la hora de pensar el cambio positivo de un sistema social. Cualquier actividad productiva deberá fundamentarse en una estructura férrea e inquebrantable, y cuál más, sino la capacitación de las personas, podrá cumplir esta condición.
Hace un par de semanas se generó el ranking de las mejores universidades del país. Han sido muchas las discusiones generadas a raíz de dicha categorización; principalmente por los criterios que se tuvieron en cuenta para calificar la calidad de las casas de estudio. Sin embargo, y más allá de las discordancias que se puedan hallar del cómo y el porqué, lo resaltable fue la posición ocupada por cada una de las universidades del departamento, en donde la Surcolombiana, a mucho honor, ocupó un interesante puesto 35, entre 183 universidades rankeadas.
Si se tienen en cuenta las circunstancias y la realidad de la USCO, estar más arriba de la media nacional es un punto muy rescatable. ¡Claro! La USCO es una universidad pequeña (relativamente) que aunque ya tiene un nombre y un prestigio a nivel regional, aún es novata en un plano nacional o internacional. No obstante, aún con los mil aspectos que valen la pena mejorar para que la calidad aumente, nuestra universidad avanza por un camino promisorio, que bien planificado, puede conducirnos a un éxito sin precedentes para una institución de proyección departamental.
La gestión del gobierno departamental ha sido bastante reprochable durante los últimos años. La USCO adolece de profundos problemas económicos. Los recortes presupuestales son abrumadores, y la calidad, tan necesaria para aumentar los valores que son el fundamento de la proyección, se ve diezmada y supeditada a los ingresos que míseramente se le quieran brindar desde los fondos nacionales. La USCO es un patrimonio invaluable para todos los huilenses. Es generadora de cambio, de proyección, de beneficios, y sobre todo de cultura y educación. Quienes nos formamos en sus aulas, caminamos sus corredores y vivimos sus virtudes y defectos, entendemos el valor que ella tiene, pero aún más, el valor que debemos seguirle demostrando. De tantas batallas que afronta, se ve deteriorada, cada día un poco más débil y fracturada.
Si aún con todos sus dilemas, nuestra universidad se mantiene, sobrevive, se transforma y crece ¿Cómo sería si en verdad se le diera la importancia que ella tiene? ¿Cómo cambiaría la realidad de los huilenses, del departamento en general, si tuviera la capacidad de ofrecer mejores servicios, mayor calidad y un sistema de beneficios más ambicioso para aquellos jóvenes estudiantes talentosos que allí se formarían? Una región es capaz de transformarse a partir de pequeños ejes productivos que fomenten una cultura diferente. Antioquia y Valle así lo han entendido; su fuerte son las entidades públicas que hacen parte fundamental de su sistema de renovación social, y eso es algo que debemos copiar. La USCO puede ser la punta de lanza para un Huila diferente, más moderno, más próspero y dinámico.
La educación es el motor que renueva y proyecta sociedades. Las escuelas, colegios y universidades construyen comunidad; forman a las personas que harán posible un departamento diferente. Si se incentiva de manera adecuada, si el gobierno regional coordina un fondo de recursos estables, donde haya una compra y venta de servicios que apoye el crecimiento institucional y la innovación a partir de proyectos de investigación que busquen el beneficio de la comunidad, la USCO logrará estar en unos pocos años dentro de las 10 mejores universidades del país, y el Huila tendrá otra fuente de progreso que mejore la calidad de vida de todos nosotros.
El camino es la educación. Ella es la generadora de un cambio radical hacia un sistema eficiente, garantista y productivo. Una vez entendamos esto, y tengamos líderes y gobernantes que así lo entiendan también, el progreso será una meta real, conseguible y disfrutable.