La naturaleza nos sorprende con su poder creador. Todo suspiro vivo del planeta está compuesto en un 99% de seis elementos: carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, fósforo y azufre. Con este puñado de ingredientes, logra dar vida a una diversidad que parece infinita. Es asombroso cómo de combinaciones tan simples emergen formas complejas, hermosas y llenas de misterios. Para mí, la naturaleza es la gran maestra de creatividad divina.
Entre sus lecciones más inspiradoras está la proporción áurea, un patrón que se repite en innumerables aspectos de nuestro entorno. Este número ha sido estudiado durante siglos por su capacidad de crear armonía y eficiencia. Lo encontramos en la disposición de las hojas en un tallo, la espiral de un caracol y hasta en la majestuosidad de las galaxias. Es como si todo en el universo tuviera un compás interno que busca comunicarse a través de ella.
El hombre, maravillado por este lenguaje matemático, lo plasmó en arquitectura y arte. El Partenón en Grecia, con sus proporciones armoniosas, es un ejemplo icónico. En el Renacimiento, artistas como Leonardo da Vinci exploraron los cánones de belleza natural y las proporciones humanas en obras como ‘El Hombre de Vitruvio’.
No necesitamos ser matemáticos para entender la magia del número áureo. Basta con observar un botón floral abriéndose, el trazo de un río serpenteante o la simetría de una mariposa para conectar con esa verdad profunda: la naturaleza es un espejo de nuestra belleza interior. Cada forma y ritmo nos invita a recordar que también somos parte de esta orquesta.
Que 2025 sea una oportunidad para reconocer y cultivar esa armonía en nuestras vidas. Como dijo Platón: “Lo bueno siempre es bello, y lo bello nunca carece de proporción.” Que las proporciones divinas de la naturaleza nos inspiren a crear, soñar y vivir en equilibrio en este nuevo año.