La Nación
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El dedo en la llaga, Por Raúl Eduardo Sánchez

Ya va más de un mes desde que los trabajadores de la rama judicial decidieron parar sus actividades, dejando en funcionamiento

El paro judicial Ya va más de un mes desde que los trabajadores de la rama judicial decidieron parar sus actividades, dejando en funcionamiento solamente los servicios básicos esenciales. Como abogado apoyo el paro, aunque debo aclarar que nunca he compartido las vías de hecho como forma de presión o solución, creo que hablando se entiende la gente. Los reclamos de los trabajadores son justos, toda vez que desde esta columna y sin necesidad de paro he señalado de tiempo atrás la inequidad en los salarios, especialmente de los niveles más bajos. Aquí he expresado como en la parte penal, los investigadores que exponen su pellejo y son los que mueven las investigaciones, terminan en muchos casos, por falta de presupuesto en la rama, colocando de su exiguo salario para desplazamientos o recolección de evidencias. Ahora la realidad es que el interlocutor del Gobierno Nacional debe ser el Ministro de la chequera y no la de justicia, porque esto no es un tema de estructura judicial o administrativa, sino simplemente de presupuesto. Por el otro lado, hay que resaltar, la falta de unidad de los trabajadores de la rama, si se tiene en cuenta que son unos los que firman el acuerdo y otros quienes toman la decisión de continuar con el paro, eso les resta credibilidad. Deben sentarse a negociar, quienes realmente puedan decidir, de lado y lado, tanto el Ministro de Hacienda como los verdaderos representantes de los trabajadores para darle una solución definitiva a este problema y que no tengamos en uno o dos años que volver a enfrentar otro paro. Ojala los diálogos se reanuden prontamente y se pueda terminar esta parálisis, que al fin y al cabo afecta es a la gente. Por último. Se nos fue el popular compadre “Felipe” cuyo nombre de pila era Lizardo Díaz, nacido en Baraya. Quienes crecimos en estas tierras descubrimos con los años un dueto extraordinario, lleno de humor y picardía que resaltaba las tradiciones del Tolima Grande, con las rajaleñas, la música de cuerda, la música andina. Con Jorge Ramírez, “Emeterio” conformó el grupo que por más de cuarenta años se acordó de nuestra región. Con Raquel Ercole, formó un bello hogar que también terminó en que uno de sus hijos se dedicara al arte y a la danza, como lo es Patricia Ercole. Paz en su tumba, a su familia desde esta columna todo el aprecio de los huilenses y agradecimientos por rescatar las tradiciones y la cultura de nuestra tierra. En estos 400 años de Neiva, deberíamos rendirles un sentido homenaje a estos exponentes de nuestra cultura, porque ellos hacen parte ya de la historia de la ciudad.